Tiene una de las colecciones de trajes antiguos y complementos más importantes del país, un tesoro que acapara un siglo de historias que alimentarían muchas novelas. Uno de esos episodios se desbordó hace unos días con la inauguración en de "Sorolla y la moda", una exposición de gran calado que se ha instalado hasta el próximo 27 de mayo en el Museo Nacional Thyssen-Bornesmiza y el Museo Sorolla de Madrid.

Hasta aquí, la muestra que está comisariada por Eloy Martínez de la Pera solo sería una noticia cultural de peso más de las múltiples que se generan en la capital de España. Pero "Sorolla y la moda" oculta en las páginas de su catálogo, concretamente en el bloque está reservado a los agradecimientos, una de esas conexiones invisibles que justifican la silenciosa labor que realizó Ana González-Moro durante años. La madre de Ana Oramas, diputada nacional de Coalición Canaria, es una de las prestatarias más generosas -cedió 16 de las 55 piezas que se exhiben- de una aventura que unifica cuadros de Joaquín Sorolla (1863-1923) con la moda de la época. Los retratos de Clotilde García, esposa del pintor valenciano, es uno de los ejes de una colección que está dividida en cuatro secciones: "Sorolla íntimo", "El retrato de sociedad", "El veraneo elegante" y, por último, "París y la vida moderna". Todo empezó hace un año en Santiago de Compostela, tierra natal de las hermanas González-Moro, con una exposición de vestuario de época.

Ana, Isabel, Margarita y Victoria recibieron ayer a EL DÍA en la residencia santacrucera de la primera. Allí, a unos metros del puerto tinerfeño, contaron los orígenes de esta afición, cómo se cerró una colaboración con los promotores de "Sorolla y la moda" y numerosas anécdota: "Cada pieza tiene su historia", cuentan.

El préstamo de prendas y complementos a la actividad promocionada por la Xunta de Galicia e Inditex (Industria de Diseño Textil) provocó que coincidieran en un acto cultural las hermanas González-Moro y la conservadora del Museo Sorolla de Madrid. "Se interesó por algunas de las piezas cedidas a la exposición y me preguntó si tenía más", desvela Ana sobre un legado que antes ya se había mostrado en la Casa Lercaro de La Laguna con el título "Des-Vestidos. Una moda entre dos 1850-1950", en una feria de anticuarios que se montó en la ciudad de Aguere para recaudar fondos en la lucha contra el cáncer, en otra cita similar que se hizo visible en la capital tinerfeña y en una experiencia cultural que se terminó asentando en el Museo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife. "Hubo un intento para abrir una Casa del Vestido en Galicia, pero aquello no se llevó a cabo y en algunos medios de comunicación se defendió que eso solo era la idea de unas viejas que tenían unos trapitos", censuran al tiempo que fijan la cronología de la pieza más antigua en torno a 1850.

Todo comenzó en el interior de un arcón, un mueble de la abuela de Victoria, Margarita, Isabel y Ana en la que se conservaban muchos vestidos. "Estaba en la residencia de Madrid y con 12 años lucía aquellos vestidos", recupera Ana González-Moro sobre un capítulo de su infancia que resultó clave para entender cómo se conservó ese vestuario en buen estado. "Mi abuela odiaba el negro, era guapa y presumida... Le gustaba lucir trajes elegantes, pero en aquellos años el luto duraba mucho tiempo y no quedaba más remedio que guardar esos diseños hasta que pasara la pena. Crecías y enseguida te convertías en madre, es decir, que ya no volvías a ponértelo porque no era de tu talla... Estar en aquel arcón lo protegió durante años y, poco a poco, ella me fue haciendo regalos", comenta Ana sobre las primeras prendas que le cedió su abuela. "Casi todas se usaron entre 1900 y 1910", ubica.

Corsés, enaguas, guantes, trajes, sombreros, zapatos... Poco a poco, el inventario fue creciendo gracias a las donaciones de las dos abuelas de Ana, de la familia Oramas y otras amistades que se fueron fortaleciendo durante más de cinco décadas en suelo tinerfeño. "El modelo que está en la portada de De Vestidos se lo puso mi hija (Ana Oramas) en una ocasión para disfrazarse de la madre de Cenicienta", confiesa en un instante en el que este encuentro se mueve en un terreno peligroso. "Mi madre nunca le ha perdonado a mi hermano que le perdiera una pamela durante unos carnavales", reconoció Ana Oramas antes de ausentarse de una reunión que entra en una fase crucial: "Ahí se acabaron los carnavales, nunca más se usaron estas prendas", apuntala Ana González-Moro respecto a una decisión que se tomó hace más de dos décadas.

Una primera visita al Museo del Traje de Madrid se cerró sin ninguna novedad, pero Ana insistió. "Volví por segunda vez, pedí una entrevista con la directora y le mostró el material que tenía en casa", enumera sobre un encuentro que cambió la historia. "Me dijeron que tenía cosas que ni siquiera ellos habían podido conseguir y, entre todas, una les llamó muchísimo la atención: era un uniforme de la Falange Española que había conseguido una de mis tías. De todo lo que tenía, que era muy valioso, aquello les generó una curiosidad increíble porque esos artículos ya no estaban en circulación por vergüenza. Los que tenían alguno se lo habían quitado del medio y ellos entendían que era una pieza de museo: no solo tenía la fotografía sino las prendas", abrevia. De vuelta a "Sorolla y la moda", Ana González Moro pone al descubierto que en noviembre de 2017 recibió una visita del comisariado encargado del montaje de la exposición para ver si tenía un vestido que no habían conseguido. "Primero mandaron unas fotografías del cuadro que querían unir a la prenda y se dio la circunstancia de que aquí había uno prácticamente igual que había sido confeccionado el mismo año en el que se pintó el retrato. Me pidieron su cesión y la de unas cuantas piezas más".

Así fue cómo se cerró una colaboración que otorga una generosa cuota de protagonismo a Ana en "Sorolla y la moda".

Ya en la segunda visita al Museo del Traje de Madrid, su directora dio unos cuantos consejos a Ana González-Moro para conservar estos artículos en las mejores condiciones posibles. "La directora fue muy amable a la hora de indicarme que tenía que resguardar prendas y complementos con unos papeles especiales y que era bueno que los sombreros los rellenara con hojas de periódico".

Victoria, Margarita, Ana e Isabel retienen en su memoria hechos que conectan las fotografías con un traje, un complemento con un integrante de la familia que les cedió su custodia, los colores que Sorolla puso sobre el lienzo y las telas que dieron vida a esos diseños. "No son artículos elaborados para la ocasión, sino tan antiguas como las composiciones", apostillan sobre un enlace que, en el peor de los casos, tiene un margen de tres años entre una pintura y su réplica en 3D.