Si uno busca a don Quijote en Internet no se sorprenderá que haya más de ocho millones de entradas. Este famoso personaje de la literatura universal ha fascinado a muchos, desde que Cervantes publicara su novela entre 1605, fecha de la primera parte, y 1615, cuando vio la luz su continuación de las aventuras de nuestro hidalgo manchego. Tomás de Armas no pudo sustraerse a dicha fascinación y nos regaló estas Navidades con su pequeña novela sobre la supuesta estancia de don Quijote en Tenerife, durante los años 1615-1616.

Debo reconocer que cuando recibí hace meses el texto original de Tommy -así lo llamábamos los amigos- caí en la trampa de pensar que había aparecido un relato cervantino inédito, acostumbrado a las sorpresas que nos deparan las pesquisas literarias. Pronto comprendí que se trataba de una invención de Tommy, que deseaba vincular al personaje a nuestra isla de alguna forma. Para ello se escudaba en el hallazgo imaginario de unos documentos de la época en una valija de cuero, enterrada en los cimientos de una antigua casa madrileña. En esos papeles se describía la visita de don Quijote a la isla, acompañado de su escudero Sancho Panza y algunos familiares.

Como si de una investigación policial se tratase, Tommy va desgranando el itinerario de nuestro héroe, desde La Mancha hasta Nivaria. De esta manera, el lector se encuentra inmerso en una crónica puntual y creíble del viaje, pues el novelista se apoya en un aparato crítico de notas de pie de página y bibliografía histórica, para confirmar la existencia de personajes, situaciones y costumbres isleñas a comienzos del siglo XVII, que descubre don Quijote en su camino. Incluye un mapa de Tenerife con la ruta seguida por la comitiva manchega.

En realidad, el relato de Tommy es una excusa para alabar las excelencias del paisaje, la historia y las costumbres de su Isla. En sus páginas aparecen regidores del Cabildo, monjas, cosecheros, bachilleres, frailes, comerciantes, orchilleros y campesinos. A la manera de un explorador, don Quijote va conociendo los pueblos tinerfeños, desde su llegada en barco a Garachico. Sus ojos se embelesan con la visión del drago de Icod, los molinos de La Orotava, las grandes montañas que contrastan con sus experiencias en la llanura castellana, el volcán del Teide, las calles de La Laguna y muchas cosas más.

El sentido del humor hace acto de presencia, con el miedo de Sancho Panza al mar y su pasión por la comida local. Pero lo que más impresiona al lector es el lenguaje. Tommy ha espigado de la obra cervantina muchas palabras y giros de la época para dar vida a las alocuciones de don Quijote. Es quizás el aspecto más llamativo de su relato. Tommy se permite incluso algunas licencias literarias y hace guiños a conocidos, amigos y parientes de hoy, al transformarlos en personajes del ayer, otra forma de inmortalidad. Pero dejo al lector que las descubra por sí mismo.

En resumen, me atrevería a sugerir que esta visión personal del paisaje y la cultura de Tenerife puede que interese a aquellos turistas y forasteros que busquen en nuestro suelo algo más que sol y playa. Si he de quedarme con algún recuerdo de esta novela, elegiría aquellas palabras que el autor pone en boca de don Quijote: "El andar tierras y comunicar con diversas gentes hace a los hombres discretos. Y así también, el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho."

¡Que disfruten de su lectura!