Mohamed Hammú se considera un apátrida, aunque si se insiste asegura que es un narrador nómada del norte de África. Lleva ya varias semanas en el Festival Internacional del Cuento de Los Silos, en donde estuvo por última vez hace ya una década compartiendo sus historias basadas en las que cuentan las mujeres bereberes, cultura que difunde allá por donde va con su turbante color añil y su chilaba azul celeste.

¿Qué desea aportar al Festival del Cuento de Los Silos a través de la cultura bereber?

Nosotros concedemos una gran importancia a la oralidad porque hasta hace muy poco no podíamos ni leer ni escribir todo lo que comunicábamos. Era una lengua oral. Ahora, en cambio, desde hace un par de años, los chavales pueden estudiar la lengua bereber en las escuelas. Nuestra aportación ha sido siempre a través de las narraciones y las historias que traigo a este festival. Son propuestas que hacen exclusivamente las mujeres bereberes.

¿Cuál es el contenido de esas historias, qué transmiten?

Son historias exclusivamente diseñadas, difundidas y mantenidas por mujeres, tratan sobre valores. Los valores más antiguos que no deberían desaparecer nunca, como la humildad, el respeto, la fraternidad. Eso es algo que funciona muchísimo en todos los lugares donde lo difundo. Por desgracia, lo que impera es el materialismo, el individualismo, el ¡sálvese quien pueda! Y eso no es la humanidad, sino el reflejo de un centro comercial, no el de una civilización. Esto solo invita a la decadencia.

Luego sus fuentes son orales. Siempre son orales, además "in situ". Hay que ir a buscarlas, no se pueden oír por internet, ni por grabaciones. Hay que estar presente, sentarse con ellas y que cuenten sus historias.

Entonces su labor, además de transmitir, es recopilar de fuentes que van desapareciendo, ¿no?

Mi trabajo es como lo que hacía Violeta Parra con las canciones y los refranes. La única diferencia con Violeta, aparte de la zona geográfica, es que a mí no me dejan grabar. Tengo que grabarlo en la memoria, porque si se pone un artefacto electrónico en medio de la reunión ya no fluyen los cuentos.

¿Están desconectados de la "aldea mundial" que establece la televisión?

No. Ellos si tienen televisión. Es curioso porque son hogares a los que no les llega la luz eléctrica, pero sí está la antena parabólica. Ellos conectan la televisión a una batería de camión y ven los confines del mundo, pero el espacio de la escucha y la narración no lo han perdido, siguen teniéndolo hasta la fecha.

¿Influyen los "avances" tecnológicos en sus vidas?

Sí causan mella, sobre todo en los jóvenes, todos llevan teléfono móvil. De alguna forma esta globalización hace que le quiten crédito a todo lo que cuentan los ancianos. Ya no les prestan la atención que deberían. Eso, de alguna forma, está originando una fractura importante con las nuevas generaciones.

¿Qué tipo de personajes pueblan las narraciones bereberes?

Son personajes femeninos con una carga emocional muy importante a las que no importa si se obtiene o no el resultado deseado. Lo importante es que los valores imperen siempre. Es curioso, porque hay situaciones muy trágicas y violentas hacia la mujer y, sin embargo, no hay rencor ni una venganza a través de la narración. No hay necesidad de salirse con la suya, sino todo lo contrario, dejan que la propia naturaleza haga su función. Incluso, a veces, se buscan animales de una fiereza tremenda y se les cambia totalmente. Lo importante no reside en la fuerza, en la violencia, sino que reside en la paciencia.

¿Público infantil o adulto, qué cambia en sus narraciones orales?

Es muy curioso. Los cuentos en África no tienen edad, no hay historias para determinadas franjas de edad. Los cuentos se narran a todo el mundo, pero otra cosa es que según la edad de cada persona tendrá capacidad para entender algo o no. Es la única distinción que puede hacer la propia naturaleza de su edad. Ni tampoco se establece lo que se define como "políticamente correcto". Si una historia es un poco violenta se cuenta tal cual, si es trágica lo mismo, no se maquilla o decora, porque la vida es así. La narración es parte de la propia vida. No se le puede dar otra vertiente.

¿Cuál es el papel actual de los narradores orales?

Creo que es terapéutico porque, a pesar de toda la tecnología, de todas las prisas que vivimos diariamente en todas las civilizaciones, el ser humano siempre ha necesitado, y sigue necesitando, que le cuenten historias, ya sea a través de una novela, de una película o de los propios cuentos. Cuanto más industrializada sea la sociedad, más retorna a la narración.

¿Existen concomitancias entre las historias bereberes y las de otras latitudes, como por ejemplo Canarias?

Sí, totalmente. Esa es la mejor prueba de que los seres humanos estamos un poco confundidos cuando creemos que las fronteras sirven para establecer barreras. En las narraciones no hay barreras, no hay ningún límite. No solamente aquí, con la proximidad geográfica y cultural guanche y bereber, que es la misma, sino en el mundo. Cuando voy a sudamérica y cuento historias me dicen esto no es solo bereber. Esto nosotros lo contamos en tal montaña. Esa es la gran riqueza que tiene la narración, que no tiene límites ni fronteras. A lo mejor en un lugar del planeta lo llaman de una forma y en otro de otra, pero el contexto, el mensaje, es el mismo.

¿Cuál es su radiografía del público canario?

Es muy receptivo, muy agradecido y muy curioso porque cuando le muestro la hermandad que tenemos, no solo geográfica sino de ADN, no hay extrañeza. Todo lo contrario. Es agradecimiento. He trabajado incluso con público "complicado" (entre comillas), porque el adolescente es el típico público como que está intermedio. No se sabe si la tradición es válida o la modernidad es más interesante, como que están en ese dilema. Aquí, con los que he estado trabajando estas dos semanas, han sido maravillosos.