En 2003 inauguró el catálogo operístico del Auditorio de Tenerife con "La flauta mágica" (Mozart) y hasta el pasado martes no había vuelto a pisar el escenario de la Sala de Sinfónica con un proyecto similar al que dirige el maestro italiano Francesco Ivan Ciampa. "Ha costado volver, pero nunca es tarde", avanza la soprano santacrucera Raquel Lojendio en relación al rol que le han entregado en "Fausto". Dueña de una voz reconocida a nivel internacional, la intérprete que da vida a Margarita admite estar disfrutando al máximo de una experiencia "compleja que se ha hecho más fácil por la calidad del equipo humano que participa en ella", exalta.

¿A nivel profesional, qué cambios aprecia en usted desde aquel debut?

A diferencia de mis compañeros de conservatorio, reconozco que nunca sentí que fuera una gran voz... Lo mío ha sido picar piedra. Empecé bastante tarde en el canto y mi voz era normal. A partir de ahí inicié una búsqueda continua de la técnica a la que he entregado un montón de horas de estudio y dinero (ríe). De hecho, estaba estudiando Derecho y lo dejé por el canto. Lo que ha ocurrido entre 2003 y 2017 es la consecuencia del esfuerzo individual y las ayudas económicas que inyectaron mis padres al principio de mi trayectoria como solista.

¿Convencida de los pasos que dio hasta llegar hasta aquí?

Sí, tanto de los que están vinculados con la técnica como los que afectan a mi crecimiento como persona. Una vez le preguntaron a Kraus qué había que tener para ser un gran artista. Él enumeró una serie de cualidades y al final añadió la voz. Esta es una profesión muy complicada en la que la cabeza tiene que estar bien amueblada porque los revés que recibes son duros. En ese sentido, es importante controlar las emociones para saber transmitirlas al público. Las experiencias vitales, además, acaban teniendo un peso importante en la parte artística. Siempre he procurado no perder el norte y mantener fuertes unos lazos afectivos que hay que conservar para timonear las situaciones difíciles que surgen en un mundo en el que existen muchos egos. A pesar de que en alguna ocasión he pensado tirar la toalla, porque es un oficio duro, siempre encuentro un aliciente para seguir. Aquí, por ejemplo, he coincidido con un equipo humano sano. A mí no me gustan los malos rollos y procuro alejarme de la gente problemática. Eso forma parte del equilibrio emocional del que hablé antes.

¿Margarita no es un mal rol para volver a casa?

Es un personaje fantástico... Yo siempre he pensado que "La Traviata" era mi ópera favorita, tanto por el peso que tiene en la parte vocal como actoral, pero no sé si todo lo que me está sucediendo con "Fausto" me hará cambiar de opinión. Margarita me ha atrapado; es un rol maravilloso, fuerte y pasional. Al igual que ocurre en "La Traviata", aquí se percibe una evolución continua desde la soprano más ligera a una mucho más dramática. Aunque la puesta en escena de esta ópera sea un poco más moderna de lo normal, su música conserva una belleza extraordinaria...

¿Ese "más moderna de lo normal" ha sonado a riesgo escénico?

Es un "Fausto" bastante arriesgado... El concepto que yo traía de la novela de Goethe no coincidía con lo que me encontré cuando llegué a Tenerife. Esto era una cosa completamente distinta, pero no dejaba de ser una buena prueba para medir nuestra flexibilidad mental. Esta puesta en escena o la amas o la odias, es decir, puede gustar muchísimo a la gente joven y no tanto a un público más conservador. Mi opinión sobre estos desarrollos escénicos es bastante clásica: acepto el reto porque creo que Margarita puede seguir resultando muy atractiva para la mayoría de los espectadores, pero a mí me gustan las escenografías de antes (sonríe).

¿La ópera necesita asumir tantos riesgos a la hora de buscar nuevos "clientes"?

La grandeza de la ópera es que es un arte que es capaz de aglutinar muchas artes... Es posible que todo esto tenga que ver con la captación de nuevos aficionados. A mí no me molesta, pero mi pensamiento es algo más clásico: innovar en la ópera no es malo siempre y cuando la escena no esté por delante de la música. Como mínimo, las dos tienen que estar al mismo nivel porque esto no es teatro. Si lo que quieres es eso, lo más recomendable es presenciar una creación de Shakespeare. Nosotros somos cantantes que actúan y lo principal es la partitura de un compositor.

A usted la hemos visto en papeles interpretados en alemán, español, francés, italiano... ¿El idioma condiciona su forma de expresarse en un escenario, sobre todo, en el capítulo de la dramaturgia?

Los profesores con los que he trabajado siempre han coincidido a la hora de decir que a mí me iba la música francesa. Creo que no se han equivocado (sonríe) porque es un estilo que tiene una ductilidad y unos piannisimos que se adaptan muy bien mi voz. Gounod, y en general la música francesa, es elegancia y delicadeza. Quizás, sin duda, lo más difícil ha sido perfeccionar el idioma, pero esa es una dificultad que se superar con un trabajo intenso. Yo, y creo que con Airam pasa algo parecido, me siento cómoda en el escenario. Sobre todo, cuando a tu lado tienes una voz como la de él: tengo la sensación de que en breve no solo será el mejor tenor español sino uno de los mejores del mundo. Oír a Airam Hernández es como escuchar a un gran divo de los tiempos pasados.

¿Qué ocurre en las Islas para que el mundo de la ópera tenga tan en cuenta a las voces canarias?

Eso es algo que me preguntó el embajador de España en Alemania en un cena posterior a un concierto que ofrecí con la Filarmónica de Berlín. El hombre estaba alucinado y buscaba una explicación más o menos lógica... Al margen de las bromas que hicimos con la posible influencia del gofio o el sol, mi opinión personal es que los canarios estamos conectados con Sudamérica, con todo lo que supone recibir muchísimas influencias musicales. Además, hay una parte desinhibida dentro de nosotros que ayuda. Vamos, que no nos cuesta mucho esfuerzo montar un tenderete en torno a la música y el baile. Si todo eso lo unimos a la posibilidad de formarte, el resultado es este.

Función: 25 de noviembre.

Lugar: Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife.

Hora: 19:30.