Treinta y seis años elaborando obras de arte que adornan a hombres y mujeres dan lugar a un legado único, como el que el pasado jueves dejaba la joyera Claudia Kurzweil, tan rico como también admirado.

Formada en joyería y orfebrería en su Alemania natal, llegó a Tenerife en 1991. Sus manos artesanas y su firma con diseños únicos hicieron más rico el colectivo Tenerife Moda.

Era frecuente encontrarla en ferias, como MOMAD Metropolis; en exposiciones, como la de Joyas de Autor de Esculturas Bronzo, o también en muestras, como el desfile de artesanos en Jornadas Profesionales de Moda.

La claridad con la que veía sus diseños la animó a asumir nuevos riesgos, logrando excelentes resultados, de ahí que en 2015 fuera nominada al "Dedal de Oro".

Para el recuerdo quedan las líneas depuradas desde las que partía para dar forma a sus piezas. El derroche de creatividad que precisaba nada más que de la inspiración que ofrece una situación cotidiana, un edificio de arquitectura especial o alguna bonita obra pictórica. Y todo esto, entre herramientas y bocetos, se llegó a transformar en joyas que llevan su firma: en colecciones abiertas y muy vivas.

La unión del aluminio con los metales nobles, metacrilato, piedras preciosas o semipreciosas, cuero, telas, maderas... se aliaron para alumbrar piezas que hablan, que cuentan una historia y que incluso, hasta en algunas ocasiones, muestran su alma.

Para la temporada de otoño/ invierno pasada ideó "Pure Nature". La calidez de los materiales se rompe con la frialdad de algunos metales; el juego de técnicas se funde con los acabados buscados, haciendo que la renovación se convierta en su más pura esencia: "Todo muere para renovarse y renacer en primavera", solía decir ella.

La última primavera se vistió de color, de fuerza y de energía, la misma que transmitieron siempre aquellos ojos de un azul intenso. El juego de las figuras y la rigidez de los materiales eran la muestra de todo lo que escondía en lo más profundo Claudia.

La visión de Kurzweil sobre la joyería contemporánea de autor, tal y como a ella le gustaba definirla, ha sido tan particular que desde la distancia, cualquier amante de las formas perfectas y el trabajo impecable, podrá reconocer, siempre, que la joya lleva su sello.