Con diecisiete años, y mientras estudiaba por las tardes las disciplinas de delineación y madera en Formación Profesional, Francisco Javier Delgado Afonso (Tegueste, 1975) se afanaba como aprendiz en un pequeño local de cristalería industrial propiedad de su madre.

"Recogía pequeños trozos de vidrios de colores y por internet comencé a indagar en busca de materiales. Fue así como me inicié, montado pequeñas piezas".

Durante nueve años sostuvo ese carácter autodidacta, hasta que en 2002 se asoció con un maestro vidriero austriaco, una relación profesional que perduró hasta 2005, momento en el que aquel puso rumbo de regreso a su país.

Fue entonces cuando Fran Delgado decidió establecer su propio taller, Decovitral, un laboratorio en el que, según explica, "los sueños se transforman en vidrio".

Y así fue asumiendo diferentes trabajos, de instituciones y de particulares, cubriendo de esta forma el hueco de un oficio antiguo que, a día de hoy, sigue siendo bastante desconocido. "Hay mucho de orfebrería en esto", precisa Fran Delgado, quien descubre la excepcional riqueza de la gama de vidrio artístico, donde existen "más de cien mil referencias".

Precisamente, estos días se encontraba enfrascado en la reparación de una sección de vidrieras de la Catedral de La Laguna. "Siempre que sea posible se intenta mantener la pieza original", explica, pero las roturas resultan habituales. Se hace necesario desmontar las estructuras, trasladarlas al taller y cambiar los marcos de hierro, atacados por la oxidación. Antes del proceso, las piezas se fotografían, se estudian las técnicas y la época, para así mantener la mayor fidelidad posible.

Pero subraya Fran Delgado que el trabajo artístico con vidrio "no se circunscribe a los templos religiosos". Y pone ejemplos gráficos, como su actuación en el techo del salón principal del Círculo de Amistad XII de Enero; la serie de vidrieras de la Casa Sixto Machado, actual Escuela de Música; trabajos en hoteles como el Mare Nostrum Resort o el Iberostar Anthelia; piezas en casas particulares, en restaurantes... Ahí desarrolla mayor libertad de creación, dando formas y colores a sus ideas.

Uno de sus trabajos más laboriosos, los cristales transparentes que lucen en las ventanas del Obispado y la Fundación Cristino de Vera que, a simple vista, transmiten la apariencia de viejo y esa particular sensación de aguas.

Desde 2012, también hace realidad las ideas de su mujer, Clara, en forma de bisutería, marca DV.

Como lema, "lo difícil, lo hacemos, y lo imposible, lo intentamos".