Emilio Gutiérrez Caba es el "alter ego" de Ingmar Bergman, un hombre "terrible" a veces, en "Después del ensayo", donde el sueco reflexionaba sobre el teatro, ese mundo de sensaciones del que el reputado actor vallisoletano también tiene mucho que decir: "A veces se confunde con el ocio", asegura.

"Aquí durante 40 años el teatro solo se tenía en cuenta como una diversión. Eso ha creado, naturalmente, un problema grave, porque hay una especie de asimilación con teatro y ocio", reflexiona sobre el oficio que, entre otros reconocimientos, le valió la Medalla al Mérito de las Bellas Artes en 2016.

Nacido en una de las familias más prolíficas de las artes escénicas españolas, Gutiérrez Caba (Valladolid, 1942) se pregunta si la sociedad está alterando de una "manera lamentable" los términos del teatro y de la cultura, o si es él quien "no entiende muchos de los conceptos que se están moviendo hoy en día".

"Ahora se habla de cultura del ocio, del jamón, del queso, del vino... Yo he de reconocer que cuando era niño no había más que una cultura, que era la de la pintura, la danza, la música, el teatro, el cine incluso", subraya el intérprete.

Otra tendencia que "rebaja" el teatro, a su juicio, es unir su información con la de toros: "Rebaja usted al teatro a la categoría de espectáculo taurino, que puede tener mucha estética y ser muy bonito, pero que no es cultura", remarca Gutiérrez Caba, que llegará al Teatro Infanta Isabel el día 6 con "Después del ensayo".

Tras su estreno en Avilés, el actor recala junto a Chusa Barbero y Rocío Peláez en Madrid con este texto que Ingmar Bergman (1918-2007) escribió como un telefilme en 1980, que se interpretaría más tarde en catalán en España, y que llega por primera vez al país en castellano de la mano del director Juan José Afonso.

"Es un texto que habla de cosas que nos son muy comunes a la gente del teatro. Habla de ese mundo de las sensaciones teatrales, el mundo de las relaciones en el teatro, lo que significa para nosotros las cosas", apunta el actor, que en "Después del ensayo" interpreta a un director, al "alter ego" de Bergman.

Una obra que "reflexiona" sobre el mundo del teatro y sus sensaciones, algo que el cineasta sueco explica "muy bien": "Nosotros sabemos que en el patio de butacas hay unas presencias indefinidas, de emociones, de llantos, de risas, de alegría, de lo que el público ha estado viendo. Y eso sigue ahí", dice.

Para el actor se trata de una de esas obras "imprescindibles", de las que "complementan" la suerte de "puzzle" que es el teatro, que además de entretener, tiene otros objetivos más profundos.

"El teatro a veces se mezcla o se confunde con el ocio, y en parte lo es. Tiene una parte de ocio muy interesante, bonita y que además es estupenda para alegrarte la vida, pero también es más cosas, y entre las cosas que hace es informar socialmente, políticamente, humanamente", apostilla el vallisoletano.

Bergman, dice, era un hombre "terrible en muchos casos", que "adoraba a los actores pero al mismo tiempo tenía esos arrebatos de cólera gigantescos" y quien tuvo con las mujeres relaciones "verdaderamente tempestuosas y lamentables", acompañado en toda su obra por un profundo sentimiento de "culpa, lástima y dolor".

Temas que son "profundamente respetables", apunta Gutiérrez Caba, quien que a Bergman le vienen dados en su dramaturgia y filmografía "por ser hijo de un pastor protestante".

"Hay una tortura que creo que al protestantismo le viene de la no confesión, mientras que el catolicismo tiene la añagaza de utilizar la confesión como casi un psicoanálisis", opina el actor.