El reggae es un género vivo, con mucho impulso, en la Isla de Tenerife. En los últimos años, y casi siempre de forma autogestionada, esta vertiente musical ha crecido de manera exponencial en la Isla en propuestas artísticas, generación de público e impacto en su difusión y alcance. El reflejo de esa nueva dimensión es el Reggae Can Festival es una cita anual que ayer cumplió su tercer año y volvió a evidenciar en la plaza del Cristo de La Laguna un estado de salud robusto.

Esta muestra pretende ser el gran escaparate de los sonidos jamaicanos que se generan en la Isla. Pensado, estructurado y organizado por personas que aman y viven el reggae desde canarias, cada año arma su marco artístico subiendo al escenario a una buena parte de la mejor propuesta creativa manufacturada en Canarias, dándole la dimensión, el cariño y el respeto que se han ganado público y artistas en los últimos diez años gracias a una continua muestra de su calidad y validez comercial. Porque el reggae que se hace en las Islas gusta, y también vende.

Anoche, la plaza del Cristo volvió a lucir una imagen envidiable. Los reclamos eran viejos conocidos de la escena, como Dactah Chando, Dadda Wanche e Isaiah, y nuevos proyectos llegados de la inagotable fuente de creación isleña como Ayo Lion y Atlántida Sound. Sobre el gran escaparate lagunero, música, pasión y buen hacer. Debajo, a las faldas del escenario, ciento de personas que fueron llenando la plaza poco a poco y que terminaron por dar vida, todos juntos (artistas y seguidores), a otra noche de vital importancia para el género en Tenerife. El Reggae Can quiere llevar a primera línea mediática y de producción a un estilo musical muchas veces lastrado por tópicos e ideas preconcebidas erróneas. Y anoche dio otro golpe sobre la mesa, y lo dio con éxito.

Calidad musical, compromiso latente en sus letras, gestión profesional y respuesta masiva y sincera por parte de un público que poco a poco empieza a disfrutar con auténtica naturalidad de grandes citas con el reggae canario.