Cerrar un actor en Hollywood es una tarea complicada y laboriosa y, según sea el actor más importante, más difícil se vuelve la misión. Entiendo que si eres Woody Allen o Spielberg o si tienes mucho dinero la cosa mejora; pero si no, a sufrir.

En nuestro caso buscábamos una actriz entre 50 y 65 años; hicimos listas y más listas con nombres, nuestro director de casting hizo la suya propia y entre las dos fuimos eligiendo y conformando un listado de nombres. La primera actriz propuesta agradeció el ofrecimiento y nos dijo que no, y así una tras otra. Muchas por no estar disponibles, era agosto y hay muchos rodajes y vacaciones; otras cuantas querían un papel más importante y a otras, simplemente, no les gustaba el proyecto, el guion o las dos cosas. Otro grupo, porqué no decirlo, quería más dinero del que podíamos ofrecer. Así que nuestro primer listado y otros muchos nombres más fueron diciendo que no, el tiempo fue pasando y llegamos así al inicio previsto del rodaje sin una actriz.

Retrasamos un par de días el comienzo de la filmación e hicimos una nueva lista. El director de casting pasó de ofrecer el papel una a una, a ofrecer el papel a varias actrices a la vez; cada vez quedaba menos tiempo. Chris Atkins, uno de los actores que ya estaban con nosotros, listo para rodar, sacó el teléfono y se puso a llamar a amigas actrices. Solo necesitábamos a la actriz un día, teníamos que rodar con ella el sábado. Estábamos haciendo una pequeña unidad de tres días, era jueves por la tarde y seguíamos sin actriz.

La situación empezaba a ser desesperada, vestuario necesitaba saber quién iba a ser la actriz para comprar ropa, había que hacer contratos, hablar con el sindicato de actores para tener los papeles listos. El director de casting nos dijo que había hecho una oferta final a cinco actrices, pero que no pensaba que ninguna fuera a contestar antes del viernes por la mañana. Yo pensé en quién conocía en Los Ángeles y me acordé de una actriz rumana con la que había trabajado hace unos años; vivía en Los Ángeles, era profesora de interpretación y tenía unos cuarenta y cinco años; era un poco joven para el papel, pero muy buena actriz. La llamé, estaba disponible, los productores se lo pensaron y dieron su aprobación. Se envió una oferta económica y la actriz la aceptó. Teníamos actriz, la llamé, charlé con ella y le mandé el guion por email. Antes de colgar me dijo que en cualquier caso el acuerdo tenía que cerrarlo su agente al día siguiente; me puse un poco nervioso, pero ella me tranquilizó. Todo iría bien.

El viernes seguíamos rodando con Chris Atkins, el protagonista de la mítica película "El lago azul". Al llegar al rodaje me preguntó por la actriz y le confirmé que teníamos actriz para el día siguiente. Vestuario ya tenía las medidas y todo parecía correcto. A las nueve llegó el email del agente de la actriz rumana; pedía más dinero. Todo el mundo lo dio como normal: os queda poco tiempo y se aprovechan de eso. Los productores empezaron a negociar, pero en ese mismo instante en que el agente pidió más dinero y empezó a renegociar, los productores volvieron a llamar al director de casting. En menos de veinticuatro horas teníamos que tener una actriz en el set y volvieron a colocar el papel en el mercado; el agente quería jugar y pedir más dinero aprovechando la inmediatez del rodaje. Era legítimo, juguemos, pero juguemos todos, dijeron los productores.

Yo me fui a rodaje temiendo lo peor; el plan B de los productores para todo este jaleo era un actor amigo suyo que no me gustaba ni poco ni mucho, nada, y me temía que en medio de ese revuelo acabarámos con él. La directora de arte, al enterarse, casi infarta. Ella había decorado la oficina para una mujer y si el papel lo hacía un hombre aquello no pegaba ni con cola; vestuario había hecho acopio de ropa de diferentes tallas y estilos -pero de mujer- y se unió a los equipos que estaban a punto de entrar en parada cardiaca. Yo les di la bienvenida al club sintiendo la angustia de ver el decorado listo para no sabíamos quién y pensando que quizás esa noche debería reescribir el guion: si era un hombre debería cambiar diálogos y la relación entre los protagonistas debería ser diferente.

El teléfono vibró, yo di por válida la toma que estaba rodando y miré el mensaje: el agente de la actriz rumana había conseguido más dinero; el problema entonces era que la actriz solo podía venir a probarse vestuario a partir de las siete de la tarde; si lo que teníamos no valía no había margen de maniobra, eran las dos de la tarde. El ayudante de dirección me informó de que no podríamos retrasar un día el rodaje, pues perderíamos a muchos del equipo que empezaban al día siguiente otro proyecto; de hecho, Michael, mi actor ocasional del día anterior y jefe de eléctricos del rodaje se despidió de mí; tenía que ir a preparar otro rodaje y otro compañero le sustituiría. Me despedí de él y mi teléfono vibró de nuevo. Era un mensaje de mis productores, escueto pero muy claro: "Tienes a Tara Reid". Tara había sido una opción, pero hacía diez días. No tenía ni idea de cómo aparecía ahora en esa foto finish como vencedora; no lo sabía ni, la verdad, me importaba en ese instante, aunque lo sentí por la actriz rumana. La directora de arte respiró, vestuario menos: la talla de la actriz era la "0" americana. Como una XXS en Europa. Todo el vestuario que tenían era más grande y salierón corriendo a buscar ropa.

El teléfono vibró de nuevo, era un mensaje con un número de teléfono y una indicación: "Llama a Tara, quiere hablar contigo". James, el ayudante de dirección, intentaba organizar el rodaje de ese día pero tenía a un director despistado, una jefa de vestuario saliendo a comprar ropa y a todo el equipo inquieto acerca de con quién se iba a rodar al día siguiente. Pactamos parar diez minutos el rodaje; James organizaría el siguiente plano con el director de foto, mientras yo llamaba a la actriz.

Me fui al despacho del personaje, ese despacho donde al día siguiente, si no pasaba nada raro, iba a rodar con Tara Reid. Respiré y marqué el número de teléfono pensando que debía hablar despacio y claro. Tara respondió al otro lado de la línea, estaba con la jefa de vestuario probándose ropa, quería información sobre el personaje. Le conté cómo lo veía yo, le expliqué la trama, la historia, el porqué de los diálogos y las acciones. Tara se mostró encantadora, deseosa de rodar y dispuesta a pasarse un fantástico día de rodaje con nosotros. Nos despedimos y colgué más tranquilo: teníamos actriz y, por lo poco que había podido hablar con ella, encantadora y dispuesta a trabajar y hacer el papel lo mejor posible. Miré otra vez la carrera de Tara Reid en internet y vi que había trabajado con directores como los hermanos Coen o Robert Altman. James me llamó, teníamos que seguir rodando, apagué el teléfono, ya no lo iba a necesitar, ya teníamos actriz, la actriz de "El gran Lebowsky", "American Pie" o "Sharknado". Iba a ser divertido.