Madrid celebraba el día mundial del Orgullo, eran las siete y media de la mañana y, a pesar de estar en verano, yendo en moto hacía fresco; de las discotecas y bares de copas salían los últimos trasnochadores con pinta de haberse divertido mucho y habérselo bebido todo. Banderas arcoíris jalonaban bares y terrazas mientras me dirigía al rodaje, era el último día de grabación y sentía el cansancio de las largas jornadas de grabación y las cortas noches de descanso.

Habíamos rodado seis días y todo había ido bien, si bien es cierto que el tiempo nos había dado algún que otro disgusto; tuvimos dos secuencias en un descapotable y las dos veces que el director dio acción el cielo nos ofreció lluvia. En el junio más seco de los últimos años, rodar con un descapotable se revelaba como el mejor remedio aunque el director no apreciase la providencial lluvia para los pantanos.

Yo seguía con mi documental, tras la historia, haciendo entrevistas a los miembros del equipo, buscando planos que ayudasen a contar, a ilustrar lo que las entrevistas contaban. Rodamos en Madrid, Trujillo y Mérida, los viajes después de las jornadas de grabación ayudaban a incrementar el cansancio del equipo, pero también, y de forma exponencial, incrementaban nuestro entusiasmo; las localizaciones eran bellas, poderosas y muy, muy estimulantes.

El Teatro Romano de Mérida fue una de nuestras localizaciones; llegamos allí de madrugada para aprovechar la primera luz del día y rodar sin visitantes. La secuencia era íntima, la protagonista de nuestra película había estado en ese teatro en el estreno de "Medea" con Margarita Xirgu en 1933 y ahora, ochenta y cuatro años después, con noventa y dos años y rebosante de energía, volvía a ese lugar. Era un reencuentro emotivo, el director construyó la secuencia para que la actriz se encontrara con su infancia, con sus recuerdos, ella y el teatro. Pero el teatro, como el tiempo, decidió ser travieso y, aunque en teoría debía estar vacío, un enorme tráiler y decenas de trabajadores hacían presagiar lo peor; poco a poco, mientras nosotros preparábamos cámaras, ópticas y demás, los obreros iban descargando el camión e invadían todo el recinto. El director, sin dar crédito a lo que veía, contemplaba cómo poco a poco más y más bultos inundaban el teatro.

Los responsables del teatro nos decían que no había nada que hacer. Un cambio de última hora obligaba a montar ese día la escenografía de la obra que abría ese año el festival de teatro de Mérida. La fecha para nuestro rodaje llevaba semanas establecida para tener ese espacio vacío, pero al igual que el tiempo quería evitar con la lluvia el viaje en descapotable, aquí el teatro no quería estar vacío. El director y el director de foto, después de pasar de la incredulidad al enfado, respiraron profundamente, se pasaron al pragmatismo que requiere el rodaje de cualquier película y adaptaron sus planos a la nueva situación. Yo pensaba que quizás el espíritu de Margarita Xirgu estuviera detrás de ese montaje, quizás esa actriz que interpretó durante la Segunda República las obras de Lorca y estrenó "Medea" en este teatro no quisiera que ahora el teatro apareciera vacío, sin vida. Quizás Margarita Xirgu se había fijado en esa niña que era nuestra actriz en 1933 y ahora quería estar presente en ese reencuentro, quería mostrarle a nuestra actriz que el teatro seguía activo, funcionando, generando sueños, que es básicamente su principal cometido. El director, después de un rato, encontró el plano adecuado y el resultado fue muy conmovedor. Margarita seguro que sonreía mirando el resultado.

Mérida nos siguió dando satisfacciones, el rodaje iba bien y el equipo trabajaba encantado con el resultado. Plano a plano fuimos cumpliendo el plan; Manu, el ayudante de dirección, iba mirando el reloj para calcular los tiempos y conseguir que la última secuencia se rodase con la luz que Pep, el dire de foto, había pedido.

Pero cuando llegamos a la última localización en el Acueducto de Mérida, el tiempo volvió a jugarnos una mala pasada y unas nubes taparon el sol. El acueducto nos contemplaba, orgulloso, imbatible después de siglos, lucía maravilloso aunque el sol del atardecer le hubiera dado otra dimensión. De nuevo los gestos de frustración aparecieron en las caras del equipo, nuestra veterana actriz no entendía mucho el problema y se lo explicamos. "Pues se lo pedimos a San Judas Tadeo", nos dijo. Dicho y hecho, se sacó del bolso una postal con su imagen y, rodeada de Amalia, la jefa de vestuario, Antonio de producción y Ángel, ayudante de dirección, rezaron pidiéndole al santo el sol. Eran las nueve y cuarto de la tarde, quedaban minutos para que anocheciera y los nubarrones, riéndose de nosotros, tapaban el sol. Yo grababa el momento como parte de mi documental mientras el director se resignaba a rodar sin sol. El padrenuestro acabó, la actriz guardó la postalita con cuidado en el bolso y el director, después de respetar el momento del rezo, se acercó a ella y empezó a explicar el plano, se iba a hacer de noche en breve y no podíamos esperar. Mientras lo explicaba, las nubes decidieron (quizás alguien desde arriba las convenció) que estaban de más y se fueron a dar sombra a otro sitio y el sol, sacando fuerzas de flaqueza y justo antes de ocultarse en el horizonte, iluminó el acueducto. El equipo (y yo mismo) no dábamos crédito; nuestra actriz (y, probablemente, Judas Tadeo) lo vieron como algo normal: "si se lo pides por qué no te lo va a conceder".

Aquí nos acordamos de la lluvia, de los obreros en el Teatro Romano de Mérida y de otras muchas cosas que ocurrieron en el rodaje; podíamos habérselo pedido antes a San Judas, decía el director entre risas, la actriz sonreía diciendo que nadie le había dicho que le pidiéramos nada a San Judas hasta ahora y yo pensé, por seguir con santos, que lo mismo pasa con Santa Bárbara: solo nos acordamos de ella cuando truena. A decir verdad, a mí tanto los obreros como la lluvia como San Judas me ayudaba, para acabar con otro refrán, como diría mi padre: lo que uno gana, otro lo pierde y yo, con los problemas de rodaje, ganaba historias para mi documental.