David Sánchez (Santa Cruz de Tenerife, 1981) hace ya más de una década que decidió dedicarse a fabricar instrumentos musicales, además de apostar por diseñar y construir timples, guitarras y bajos con un notable sentido estético que convierten sus trabajos en verdaderas obras de arte.

Una quincena de esas piezas están expuestas bajo el título "Luthería de la tradición a la expresión", hasta el día 7 de marzo, en el espacio multifuncional La Ranilla Arte Cultura del Puerto de la Cruz, donde comparte la sala con los cuadros de la pintora alemana Claudia Traub, que presenta la serie "Transparente 2".

Este luthier aclaró que "son instrumentos musicales vistos desde otra perspectiva. La idea es ir un poquito más allá, que el instrumento no sea solo una herramienta musical, sino que tenga esa parte de complemento que es la estética. Trabajo mucho con ella".

Timples y guitarras, realizados con diferentes maderas e incluso con fibra de carbono, reflejan su tendencia plástica, cuyos resultados juegan "con formas bastante diferentes basadas en la arquitectura contemporánea", matizó.

Benito Cabrera, Josele del Pino, Eduardo Nebot o Germán López, entre otros músicos, cuentan con timples realizados por este creador, que defiende la idea de que la artesanía puede hablar nuevos lenguajes artísticos, "no solo basarse en la reproducción mecánica de piezas asociadas históricamente a la artesanía. El luthier no es solo tradición, sino que también puede ser expresión. Los instrumentos pueden ir un poquito más allá y crear formas diferentes, porque la luthería puede ser algo más que reproducir un modelo que funcione".

La selección de obras reunidas en La Ranilla reflejan la búsqueda constante de este autor de una expresividad propia. Él se siente muy atraído "por los nuevos lenguaje plásticos en los que el artesano pueda expresarse a través de la forma, la textura y el color, no solo del sonido que tradicionalmente se ha venido haciendo. Ver hasta dónde puede llegar el material y cuáles son sus posibilidades".

Sánchez reconoce que su trabajo pretende ser una simbiosis de funcionalidad, es decir que el instrumento suene bien, y del valor estético, aunque siempre prevalecerá el primero.

"El valor estético no es suficiente para construir un instrumento. Todo es función. Se pueden tocar, se afinan perfectamente e incluso tienen nuevas potencialidades con la incorporación de las nuevas tecnologías, como la ingeniería musical eléctrica. Lo que sí tienen es ese plus de exclusividad que les da el diseño".

Tradición, innovación y expresión son los tres pilares básicos que definen la marca de este luthier que aprendió su oficio de Francisco Fariña, pero que ha ido superando las rígidas normas que definen su profesión e informándose de manera autodidacta de muchas materias relacionadas con su trabajo. De esta forma ha conseguido que las piezas que salen de su taller sean únicas y con su propio nombre, tales como Aurhea, Gugg o Bronce, inspirados en determinados acontecimientos o características.

Curvas, pliegues y otras formas definen los diseños que surgen de la imaginación de este profesional, que asegura: "Cuando diseño en mi cabeza siempre está presente la funcionalidad, que la transición musical del instrumento sea lo más cómoda posible; y después el sonido, las potencialidades que puede dar un instrumento tanto en cantidad como en calidad. Esos son los criterios que marcan mi trabajo".

Este amigo de la experimentación, que cumple las normas básicas establecidas en la construcción de instrumentos, también explora los materiales que utiliza para la fabricación de sus timples, guitarras y bajos, generalmente, e incluso ha creado algunas herramientas.

"Me gusta explorar muchos materiales. Fibra de carbono, lava, hueso de camellos, materiales sintéticos, como un tipo de nailon que transmite eficazmente las ondas del sonido, aunque el ochenta por ciento son maderas. Me gusta el palo blanco, que es complicado conseguirlo, el barbuzano, el moral o el tilo de la palma, entre otras. Todo depende de la densidad y el peso".

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