Jorge Drexler ata cada una de sus respuestas con pausa, mostrando una precisión de cirujano a la hora de hablar de las medidas que ya está aplicando Donald Trump, del espectáculo que este domingo, a partir de las 20:00 horas, enseñará en el teatro Guimerá, del nuevo disco que espera presentar después del próximo verano... "Esta gira por Canarias es una excepción al momento vital por el que estoy pasando... la hago porque me gusta volver a las Islas", asegura el actor, compositor, cantante, médico y músico nacido en Montevideo.

¿Canarias, en este caso Tenerife, es uno de esos lugares talismanes en los que su música parece que se ha "atrincherado" de por vida?

Espero volver a estar a la altura de las expectativas creadas. Hace días que no quedan entradas y no tengo palabras para agradecer ese sentimiento de fidelidad.

Leyendo el título del espectáculo ("Mi guitarra y vos") que el próximo fin de semana traerá a Tenerife, es muy difícil, por no decir imposible, imaginarse a Jorge Drexler sin la compañía de este instrumento, ¿no?

Se ha vuelto una compañera muy importante para mí... Por mucho que pruebe otras cosas y trabaje con unas bases rítmicas, ordenadores, samplers o vientos, en la escena no tengo una amiga más leal que la guitarra. Me sigue a todos lados y en estos momentos, que es un tiempo para la composición, siempre está cerca de mí.

En la última o penúltima entrevista que mantuvimos habló bien y mucho de la energía que le había regalado "Bailar en la cueva". ¿Ha superado ya esa fase?

Procuro que un disco se convierta en una oportunidad de aprender algo que luego pueda incorporar a mi vida. "Bailar en la cueva" me dejó esa conexión con el cuerpo y el movimiento, pero en estos instantes estoy en las antípodas. En un mundo muy interior y personal que nada tiene que ver con el proceso que se da durante una gira, que siempre se convierte en una experiencia expansiva o de explosión hacia fuera. Ahora estoy en una fase de implosión.

¿Y qué saldrá de esa implosión?

Aún no lo sé (silencio), pero me paso más de ocho horas diarias encerrado en el estudio. Escribiendo en soledad historias que no sé si acabarán formando parte de una canción. Esta gira por Canarias es una excepción al momento vital por el que estoy pasando... la hago porque me gusta volver a las Islas. Estoy en el momento opuesto, que es el de escribir, pero voy porque además de visitar a los amigos, ese es un lugar inspiratorio antes de centrarme en el montaje de mi próximo disco.

¿Estos días en Canarias son un paréntesis antes del asalto final?

Sí que lo son (ríe). Llevo meses sin cantar en público; en una etapa para mí y de mucha vulnerabilidad. A pesar de estar metido en mi micromundo, lo de Canarias es una oportunidad para estar cerca de las canciones... lo que no estoy es liberado de los nervios que me genera volver a un escenario.

¿Jorge Drexler intuye por qué en sus conciertos se agotan las entradas o cuál es la razón por la que gustan sus canciones?

He llegado más a agradecer que a intuir... Lo otro prefiero que lo expliquen personas ajenas a mí. Yo empecé tarde en esto; comencé a los 30 años, y mi relación con el público es un tanto especial porque cuando nació ya me había formado como adulto en un mundo en el que era un espectador. Fue una gran sorpresa. Si has estado años en el patio de butacas y, de repente, un día subes al escenario, todo se vive con una enorme intensidad.

¿Pero sus letras tienen algo que crea ejércitos de seguidores?

Nunca he visto uno de mis conciertos (sonríe) y, por lo tanto, me cuesta explicar los sentimientos que experimenta el público. Pasa como en el fútbol. Normalmente el gol lo marca el nueve, pero si al delantero no le pasan la pelota no es fácil anotar. Creo en el equipo.

Usted ganó un Oscar con la canción "Al otro lado del río", un tema que hoy es de máxima actualidad a nivel mundial...

¿En qué sentido?

¿En las medidas, por ejemplo, que Trump abandera contra los movimientos migratorios?

Estados Unidos es una sociedad de emigrantes; una sociedad que no existía hace 200 años y, por lo tanto, intentar congelar esta realidad me parece ridículo. Yo no digo que no tenga que tener una política migratoria, que es algo que deben planificar todos los países para no desbaratarse, pero no hace falta humillar a una, dos o tres colectividades: la musulmana, la hispana y la homosexual. Esa es una sociedad que adoro por el sentimiento de solidaridad que me transmite, pero obviamente el oscurantismo al que pretende guiar Donald Trump a EEUU no coincide con mi ideal de libertad. Me parecer un anacronismo que se le pueda arrebatar a un ser humano una vocación igualitaria a la hora de luchar por su futuro.