Dulce Xerach Pérez Doctora en Arquitectura. Profesora de Gestión de Destinos de Turismo Cultural de la UEC

Durante siglos, incluso milenios, la gente normal y corriente encontró siempre la mejor manera de utilizar materiales localmente disponibles y técnicas sencillas para responder a las condiciones climáticas y paisajísticas de una manera que, casi sin medios, fueron capaces de crear un vocabulario arquitectónico emocionante.

Pero todo esto cambió. En la década de 1950 el estilo internacional del modernismo floreció en todo el mundo. Parecía que los buenos arquitectos no eran necesarios. Se estaba empezando a perder la especificidad de cada lugar. Había cada día miles de nuevos inventos, grandes novedades que representaban una increíble libertad. Se generalizó el aire acondicionado, así no se tenían que hacer paredes gruesas. Había calefacción central, así que los materiales envolventes del edificio no tenían que hacer todo el trabajo. Había ventilación mecánica, así que no era necesario tener que abrir las ventanas y te podías sentar delante de ellas sin asarte de calor aunque estuvieran mal orientadas. Había luz eléctrica, así que no dependía de la luz del día. Cada una de estas innovaciones representaba una libertad. Pero al final el edificio no estaba haciendo nada. Era solo un contenedor de espacio, una caja aburrida con un sótano lleno de maquinarias alimentando la luz y el aire y una temperatura cómoda. Como resultado, los edificios comenzaron a buscar exactamente lo mismo en todas partes. Era la comodidad total para los constructores. Mínimo esfuerzo para un máximo rendimiento económico. Y, por supuesto, todas esas cosas que abandonamos, orientación correcta al sol, la búsqueda magistral de la luz allí donde se necesita, muros gruesos que proporcionaban calor en invierno y fresco en verano, etc., también contenían un valor estético que perdimos por el camino.

Olvidamos la arquitectura vernácula, que no es otra cosa que atender a las condiciones propias del lugar en el que se construye. Hay miles de ejemplos en el mundo. En las tierras llanas de China, hay casas donde, al hacer patios hundidos, se pueden ocultar espacios y proteger las casas de los vientos predominantes. Las yurtas de Mongolia se adaptan a las estepas, son fáciles de transportar y óptimas para soportar los intensos cambios climáticos. En las aldeas griegas, donde el color blanco refleja el calor y los tejados planos permiten que los habitantes suban al tejado por la tarde, cuando tienes la brisa fresca. Los tradicionales patios canarios están orientados a la búsqueda de la sombra en verano y el sol en invierno. No estamos proponiendo que ahora los constructores e inversores deban volver a construir como se hacía antes de que la arquitectura tuviera a su disposición toda la tecnología. Pero tal vez hay una manera de construir diferente en la actualidad que sí deberíamos adoptar, es lo que Fernando Menis llama arquitectura del kilómetro cero o Barke Ingels denomina Vernacular 2.0.

Hoy en día, tenemos tecnología sofisticada. Podemos calcular el desempeño ambiental de un edificio. Podemos predecir cómo y cuándo el sol golpeará las diferentes superficies del edificio. Podemos predecir cómo el aire fluirá entre las diferentes estructuras. No es posible la idea de una buena arquitectura contemporánea sin arquitectos que apuesten por la calidad. Pero sí que es posible introducir en esos diseños de arquitectura una ingeniería sin motores. Podemos, hoy día, utilizar ingeniería sofisticada y tecnología para hacer el edificio independiente de tanta maquinaria. Podemos hacerlos sostenibles.

Por ejemplo, en Canarias, nos enfrentamos a la construcción en un clima cálido. Si, por ejemplo, creamos un gran espacio de trabajo en un clima subtropical tenemos que buscar un arquitecto capaz de maximizar las vistas y la luz del día y minimizar la exposición térmica y el deslumbramiento de los que van a trabajar allí. Se trata de aplicar ideas simples pero que están plagadas de sentido común y reducirían el consumo de energía en porcentajes significativos. ¿Por qué no buscar que la geometría del edificio responda al clima?