La deslumbrante blancura y la rotunda modernidad de las nuevas viviendas para ancianos del pueblo portugués Alcácer do Sal responde afirmativamente a esta pregunta que todos nos hemos hecho de una u otra manera. Porque cuando hablamos de "los ancianos" estamos hablando de ti y de mi, de todos, en unos pocos años (si es que tenemos la suerte de llegar), así que al final, estamos hablando de nuestro propio futuro.

Los arquitectos deberían tener un pensamiento a largo plazo en mente, pero también usar el envejecimiento como inspiración cuando diseñan este tipo de edificios. Hay tantas cosas asombrosas que podemos imaginar una vez que empezamos a pensar en cómo queremos sentirnos cuando seamos mayores, en lo que nos gustaría de verdad.

No somos tan jóvenes como solíamos ser, en promedio, y estamos envejeciendo todavía. Los avances médicos y los estilos de vida cada vez más cautelosos y prudentes significan que todos vivimos más tiempo y en mejor estado de salud que las generaciones anteriores. Estas transformaciones demográficas están imponiendo extraordinarias y singulares demandas sin precedentes a la sociedad.

En el caso de Alcácer do Sal, el arquitecto Aires Mateus ha pensado en todo eso. Alcacer do Sal es una de las ciudades más antiguas de Europa, fundada antes de 1000 a. C. por los fenicios, luego fue árabe durante mucho tiempo, y ahora es un asentamiento europeo, medieval, coronado por un castillo morisco construido sobre las ruinas de las fortificaciones romanas del siglo VI. Una curva en el río Sado pinza la ciudad entre colinas orientadas al sur, al norte y al este y las llanuras planas al sur.

Diseñado por los arquitectos Aires Mateus para la Santa Casa da Misericórdia, esta residencia, para personas mayores con necesidades de cuidado moderado, situada 95 km al sur de Lisboa, se basa en las circunstancias real de la emergente "generación gris".

Muchos de nosotros ya no estamos dispuestos (o no somos capaces) de cuidar a nuestros parientes ancianos, incluso en el campo, donde la integridad de la familia está menos sitiada que en las áreas urbanas. Hace falta, por tanto, una política activa de creación de espacios para esa generación gris, y esa agenda pública de intervención social no debe tratar tan sólo de proporcionar vivienda (u hospitales adecuados), sino también de fomentar el apoyo mutuo y el respeto a escala ciudadana. La vivienda puede reafirmar el papel de los mayores en la sociedad y respetar su deseo de participar en las actividades cotidianas, contribuyendo a su bienestar. Pero no, a veces, simplemente, los confinamos y los olvidamos en vida.

Las habitaciones blancas de esta residencia en Portugal parecen radiantes cubos de azúcar equilibrados, o brillantes cristales de sal. Los balcones empotrados en forma de cuña entre las habitaciones extienden el interior de manera seductora y cariñosa. El gesto generoso de asociar este espacio semi-cerrado al aire libre en cada dormitorio ayuda a combatir cualquier sensación de estar atrapado por las limitaciones que vienen con la edad.

Toda la planta baja esa para la vida en común: comedor, salón y un taller que se puede utilizar para actividades de grupo o reuniones. Grandes puertas de cristal oscilan a través de aberturas profundamente cercanas al paisaje exterior. Al ensancharse a intervalos para formar áreas de vida improvisadas, los corredores se convierten en lugares cálidos, donde entra el sol y la belleza del lugar. Porque al menos yo, de mayor, también quiero poder disfrutar de la belleza de la naturaleza, del arte, de la música, a mi alrededor, ¿ustedes no? El efecto de estos pasillos ralentiza todo a un ritmo sin prisas, de acuerdo con los estilos de vida de los residentes. Se puede vivir en paz y armonía con la naturaleza.

*Doctora en Arquitectura.

Profesora de Gestión de Destinos de Turismo Cultural de la UEC.