Su escritura es como una de esas navajas suizas que tiene múltiples utilidades. Novelista, poeta, ensayista y articulista, Felipe Benítez Reyes (1960) transmite en sus textos una versatilidad que ha sido reconocida con el Premio Nadal de Novela ("Mercado de espejismos"), el Premio Nacional de la Crítica ("Vidas improbables") y el Premio Nacional de Poesía ("Vidas improbables"). "No es fácil incorporar el humor a la literatura sin degradarla. Además, la finalidad del humor no es hacer reír, sino otra cosa", afina el autor gaditano.

¿En eso estamos de acuerdo, pero cómo se logra hacer literatura sin perder el humor?

Yo escribo literatura en clave de humor para contar con algo de verisimilitud unas historias dramáticas o muy tristes. Lo cómico y lo dramático son inseparables porque existe un punto de interferencia ineludible.

Sin perder de vista esa capacidad para construir una situación divertida, ¿qué es lo que le mueve a la hora de decidir si esas sensaciones las transmite en prosa, en un poema o a través de las fórmulas propias de un ensayo?

Siempre aparece ese instinto que te aconseja que un material sirve para una poesía, una novela o un artículo periodístico. A pesar de que las metodologías son distintas, los años de experiencia es lo que te permite saber qué es lo que se puede fundir con otro género o lo que puede contaminar. En mi caso la poesía es el espacio del yo y de la reflexión, mientras que la narrativa es el espacio que dedico a los otros y a las peripecias ajenas.

En un diálogo reciente abierto con Luis García Montero, que al igual que usted comparte dos Premios Nacionales, se tocó entre otros temas la obsesión que genera en algunos autores las recompensas literarias. ¿Esa fijación no termina matando a la creación?

No sé si llegaríamos a un asesinato, pero seguro que estaríamos muy cerca de la locura... Cuando se escribe únicamente para obtener una recompensa el riesgo de volverse un idiota aumenta. Uno cuando se enfrenta a un folio en blanco el único problema que tiene que resolver es lo que está escribiendo, no la fortuna o desventura que va a tener el libro que debe terminar.

¿Y esos problemas que aparecen durante la escritura siempre son solucionables?

La prioridad es acabar un proyecto de la forma más parecida a la idea inicial y, sobre todo, respetando los niveles de exigencia que uno se fija al escribir. Los inconvenientes hay que saber solucionarlos sobre la marcha. Si dudas y sigues adelante siempre habrá algo que no funcione.

¿Un autor de su trayectoria se atrevería a hacer un análisis del momento literario que se vive en España?

Creo que en la actualidad estamos transitando cerca del final de una era y el principio de otra... Nos movemos en un terreno incierto en el que los modelos tradicionales están rodeados de dudas, pero lo que está por venir no acaba de funcionar o no ha sabido definir sus funciones.

¿Pisando un terreno igual de "revolucionario" que el en su día atravesaron aquellos que fueron testigos de la aparición de la imprenta?

Algo de eso sí que hay. Sobre todo, a la hora de definir los modelos de difusión que se han instalado en torno a sectores tan tradicionales como la música, el cine o la literatura. Hoy es posible realizar un recorrido virtual por un museo, pero eso no garantiza las mismas experiencias que si estuvieras en él.

¿Pero el libro en formato papel, contrariamente a lo que algunos vaticinaban, no ha muerto?

Los que más saben de estos hace cinco o seis años parecían que estaban convencidos de que el libro de papel se iba a convertir en una especie de pintoresquismo frente al avance de lo digital, pero eso no ha ocurrido. ¿Qué significa esto? Que el curso de los acontecimientos es lo que al final acaba decidiendo lo que se impone o desecha... En el mundo literario no sirven las profecías. No tengo en mi poder unos elementos incontestables para ver lo que va a pasar en el sector en los próximos años, pero si percibo que soy un escritor de otra época.

¿Esa transformación de la que habla lo obliga a adaptarse a este nuevo ciclo?

Yo me he criado con otros códigos y los que ahora se han posicionado a mi alrededor me resultan chocantes, pero no queda más remedio que adaptarse a ellos. Insisto. No creo que nadie tenga esa bola de cristal no solo para ver lo que va a ocurrir mañana, sino para descifrar de una forma más o menos lógica lo que está pasando hoy.

¿Esa calma con la que se toma las cosas no se alteró ni siquiera se alteró con la trascendencia que tuvo su carrera literaria tras publicar "Vidas improbables"?

Los premios no los considero medallas, sino heridas de guerra. ¡La vida sigue!