El guion del concierto se movió sobre los raíles del parte meteorológico que mejor define a la ciudad de Aguere: más frío que calor, pero sin llegar a los extremos. Lo que se conoce como el biruje lagunero. Así empezó el "Morera Sinfónico", blindado por los acordes de "Al aire de Morera", que anoche disfrutaron más de diez mil espectadores en la plaza del Cristo. Eso sí, cuando sonaron los primeros compases de "Ach Guanach" la rasca ya era respetable.

Luis Morera no ocultó en la previa de su reencuentro con los integrantes de la Orquesta Sinfónica de Tenerife -el vecindario vivió los ensayos días antes- la agitación que le producía tener que dar "Gracias a la vida" por las experiencias que sumó en su extenso devenir artístico o salir "En busca de Valentina" acompañado del puñado de amigos que "respiraron" las notas de libertad que se columpiaron sobre el pentagrama de "A la caldera", "La alpispa" o "La Quinta Verde". Francis Hernández fue el tutor de la OST durante una velada que se sumergió en fantasía con la letra de "A César", que llegó a volar al Caribe con_"Habana", que estremeció el corazón del público con "La última folía". Antes, por el escenario habían "desfilado" los componentes de un coro encabezado por Mercedes_Cabrera. Se notó la mano de Manuel González (Mestisay). No solo en el instante en el que apareció "La noche de Arguineguín", sino en la evolución de un puzzle sonoro que fue ordenando sus piezas con delicadeza, dinamismo y emoción. Sobre todo, hubo sentimientos que se anudaron alrededor del talento de una gran alineación de artistas: Olga Cerpa, los timplistas Germán López y Domingo "El Colorao", el compositor y pianista local Julio Tejera y las sopranos Raquel Hernández y Beatriz Ramos. El público no "Amaneció en tus brazos", pero casi.

Casi dos horas de recuerdos que no se quiso perder "María la portuguesa". Una cita que evidenció un gran calado de canariedad, pero que no se olvidó de un referente de la cultura española en apuros: los arreglos que Tejera realizó "De alguna manera" (Aute) encontraron en la plaza la misma complicidad que un año antes le había entregado al autor de joyas como "Alevosía", "Slowly", "Querencia" o "Pasaba por aquí". El que no pasó por el Cristo lagunero de casualidad fue un Luis Morera nublado por un acontecimiento en el que presumió de "El arte de vivir".