El matancero Daniel Abreu (1976) vivirá hoy un día muy especial en su trayectoria profesional, sensación que ya experimentó hace un par de años cuando le comunicaron la concesión del Premio Nacional de Danza 2014 en el apartado de creación. Este galardón se lo entregarán hoy sus majestades los reyes de España, Felipe VI y Letizia Ortiz, en un acto que se desarrollará en la catedral de Palencia, junto a los ganadores de los premios nacionales de Cultura del año 2015. También participarán en el acto el ministro de Educación, Cultura y Deportes, Iñigo Méndez de Vigo, y el secretario de Estado de Cultura, José María Lasalle.

Abreu, que el 4 de junio recalará en el Auditorio de Tenerife con su último espectáculo, "Venere", reconoció que se le hacía extraño recibir el premio de mano de los reyes. "Se me hace extraño. Uno no sabe muy bien cómo comportarse en este tipo de situaciones, pero estoy encantado. Es como volver un poco a esa sorpresa de 2014, porque el que estén presentes los Reyes le da un aire ceremonial que asusta un poco, pero también a gusto".

Este reconocido coreógrafo, bailarín y psicólogo ha conseguido definir y construir tras más de una década de intenso trabajo un estilo propio, que lo caracteriza y que ha sido reconocido por el jurado que le ha otorgado esta distinción por "ser dueño de un lenguaje personal y por la creación de un universo propio sustentado en un código original, innovador y arriesgado".

La concesión del Premio Nacional de Danza ha supuesto un gran espaldarazo en la moral de este intérprete tinerfeño, aunque "no ha sido una cosa de la noche a la mañana. Después del premio ha habido como una mayor presencia, un mayor seguimiento del trabajo de la compañía. De pronto hemos accedido a la Red Nacional de Teatros, cosa que era más difícil antes".

A pesar de que Abreu vivirá hoy con agrado la experiencia de estrechar la mano de los reyes, confesó que actualmente vive un momento difícil. Por un lado, está contento con lo que hace, "cuando me meto en el mundo del artista, pero estoy más cansado de enfrentarme todos los días a la misma lucha. El Premio de alguna forma lo hace más amable, pero no lo hace más fácil".

La situación de la cultura española en general, cada vez más empobrecida por la crisis y los impuestos que se le aplican, convierten a veces estas profesiones escénicas en una cuesta arriba que agota.

"Estoy a gusto con la parte que depende de mí, la parte de la creación, de la dirección, pero echo de menos no tener más tiempo para enriquecerme con otras experiencias, lo que se llama el trabajo de mesa, de profundizar. Sigo corriendo delante de mis cosas, porque hay tantos focos que atender y fuegos que apagar que esa parte creativa mía de disfrutar de mi trabajo me lo doy como un regalo, cuando me lo debería dar como una obligación. La parte de la gestión, de sostener la compañía es bastante agobiante, porque tengo que hacer muchos trabajos que no me corresponden, como convencer a los técnicos culturales de que la danza sí tiene público".