Dos órdenes, uno natural y otro social, confronta Isabel Coixet en "Nadie quiere la noche", película que esta tarde clausura la 60ª Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci) con Juliette Binoche como protagonista para airear la frecuente ausencia de valores del mundo civilizado.

La actriz francesa da vida a Josephine Peary, esposa del explorador estadounidense Robert Edwin Peary quien, después de varias expediciones infructuosas, clavó finalmente la bandera de su país en el Polo Norte el 6 de abril de 1909 según las anotaciones que dejó.

Decidió ir en busca de su marido para compartir con él la gloria de esa llegada al Polo Norte, un deseo que afrontó desde la arrogancia de su condición y prestigio sociales sin saber que la naturaleza impone también sus normas.

Isabel Coixet ha recreado el viaje que Josephine emprendió en septiembre de 1909 y las peripecias que pasó cuando, por orgullo e imprudencia al desoír los consejos de exploradores e indígenas, fue sorprendida por el invierno polar durante casi seis meses que libró de milagro.

Allí donde la naturaleza dicta sus normas y empequeñece al ser humano por muy poderoso que se tenga, la directora española ha situado este filme sostenido casi en exclusiva por Binoche, con un guión firmado por Miguel Barros y que ofrece una fotografía espectacular.

Ambiciones, megalomanías, frivolidades, arrogancia y un orgullo de clase mal entendido es el catálogo de valores que despliega Josephine cuando, en contra de toda lógica, pone en riesgo a los integrantes de la expedición para satisfacer sus afanes ególatras de pasar a la posteridad junto a su marido.

La transformación del personaje se opera durante el invierno polar, casi en perpetua noche, que pasa junto a una indígena esquimal a punto de alumbrar a un niño, en unas condiciones lamentables por la carestía de alimentos y combustible para combatir el frío.

La misma naturaleza que a punto está de quitarles la vida ofrece a ambas la posibilidad de vivir mediante un código de subsistencia que sólo sabe interpretar Innuit Allaka, la esquimal que encarna la actriz japonesa Rinko Kikuchi.

Licenciada en Historia por la Universidad de Barcelona, Isabel Coixet se estrenó como directora y guionista con "Demasiado viejo para morir joven" (1989). Desde entonces ha firmado una quincena de documentales y largometrajes de ficción entre los que destacan "Mi vida sin mí" (2003), su tarjeta de visita en el cine internacional.

Dos años después rodó "La vida secreta de las palabras" (2005), con la que obtuvo hasta cuatro Premios Goya y que dio paso a títulos como "Elegy" (2008), "Mapa de los sonidos de Tokio" (2009) y "Mi otro yo" (2013).