La ganadora de la Espiga de Oro de Honor de esta 60 edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid, Julliette Binoche, ha reconocido que su papel en la película ''Nadie quiere la noche'' de Isabel Coixet ha sido un "laboratorio emocional" que le ha resultado "extremadamente duro" sentimentalmente.

La actriz francesa ha reconocido que el filme era "necesario" y ha mencionado que conocía a Coixet "desde hace mucho tiempo", y que fue "su amor por el ser humano" lo que hizo decir sí a la película. Por su parte Coixet ha afirmado que Binoche era "la única actriz en el mundo" que podía interpretar a Josephine.

La directora ha confesado emocionada que se trata de una "artista total", y ha matizado que en el Festival de Berlín se cortaron partes de la película, aunque ha señalado que no se tocó "ninguna cosa fundamenta", además ha explicado que se añadió "una voz en off de Binoche que hace que la película sea más completa".

Por su parte, el director de la Seminci, Javier Angulo, ha manifestado que lleva "tres años intentando que Binoche viniera" y ha anunciado que es un "honor enorme" tener a una "grande del cine europeo".

Binoche ha matizado que su personaje es el de una mujer que al principio "cree tener una fuerza suprema que le va a hacer atravesar montañas de hielo", pero que evoluciona y "atraviesa el lado animal del ser humano para a través de las emociones", para finalmente perder su orgullo y "descubrir cosas de sí misma que no conocía".

La directora barcelonesa ha subrayado que la protagonista de la película "empieza como un pavo real y termina como un perro", además ha destacado que la francesa ha dado "alma, pálpito y coraje" a la cinta, ya que ha sido la actriz "más estimulante y desafiante" con la que ha trabajado.

''NADIE QUIERE LA NOCHE''

La escena de un alud en blanco y negro da comienzo a ''Nadie quiere la noche'', la cinta de Isabel Coixet sobre Josephine Peary, esposa del expedicionario Robert Peary, primero en llegar al Polo Norte.

Hasta la isla canadiense de Ellesmere llega la señora Peary cargada con sus maletas decidida a seguir los pasos de su marido a fin de poder compartir con él el éxito de la llegada al Polo Norte, que será la última de las expediciones de Peary.

Decidida, cabezota y en muchos casos pretenciosa, la mujer no atiende a las recomendaciones de los colaboradores de su esposo, que tratan de disuadirla por todos los medios de iniciar la expedición pero, acompañada de Bram y dos esquimales, se embarca en la aventura de encontrarle en las llanuras de hielo del Polo.

Tras las primeras dificultades consiguen llegar a un albergue, en el que ella deja grabada la fecha de su estancia (9 de septiembre de 1908), y a partir de ese momento comienzan los verdaderos problemas: las condiciones climatológicas adversas siguen sin ser obstáculo para la mujer, cuya cabezonería lleva a Bram a la muerte y a ella a un albergue en el que se encontrará muchas sorpresas.

Allaka, una joven esquimal que se empeña en quedarse con ella en el albergue tras el abandono de lo que queda de la expedición, comienza siendo objeto de sus desprecios por los diferentes mundos de los que proceden, hasta convertirse en alguien imprescindible para su supervivencia.

El descubrimiento de los secretos de su marido, la generosidad de Allaka, el derrumbe de la cabaña y el nacimiento de un bebé que cambiará la vida a ambas las llevan a una situación sin salida en la que, de repente, alguien aparece para rescatarla.