Las fuentes históricas existentes sobre la sociedad guanche "ignoraron" el trascendental papel desempeñado por la mujer en aquella cultura, circunstancia derivada de una visión patriarcal de aquella realidad. Este fue el punto de vista defendido por Rafael González Antón, asesor emérito en Arqueología de Museos de Tenerife, en la conferencia que impartió recientemente en el Museo de la Naturaleza y el Hombre (MNH) de la capital tinerfeña.

El que fuera director del Museo Arqueológico de Tenerife durante décadas participó en las II Jornadas de Divulgación Científica Arthur Aufderheide, organizadas como complemento de la exposición "La mujer guanche. La fuerza de lo invisible" abierta hasta el 5 de octubre.

González Antón, ideólogo de la citada muestra, comentó a este periódico que "una de las cosas que hemos pretendido con la exposición y las conferencias es sacar a la mujer del olvido. Que se pierda la invisibilidad de la mujer guanche porque las fuentes, todos los materiales históricos con los que hemos trabajado, están hechos por el hombre, entonces, evidentemente, la mujer ocupa un lugar secundario".

Este veterano arqueólogo reiteró la idea de que en el mundo medieval y renacentista la mujer "no cuenta, porque se tiene una visión masculina. Los que deben transmitirlo tienen esa concepción masculina androcéntrica, pero además la cultura guanche es patriarcal. El dominio del hombre se establece de forma brutal. Osea, que se unen los dos pensamientos, el de la sociedad que es patriarcal, en la que el hombre es lo principal, y el que intenta reflejar esa sociedad utiliza los mismos presupuestos, luego ¿dónde está la mujer?", cuestionó.

A pesar de que las fuentes históricas no dedican mucho espacio a la mujer, la realidad indica que su papel en el mantenimiento y reproducción de la sociedad fue fundamental. "El hombre ocupa una papel importante en lo público, y la mujer es la que lleva toda la vida cotidiana. Desde la cueva, los huertos, la atención a los niños, a los enfermos, buscar el agua, la recolección, etcétera, le corresponde a ella. Todo eso lo hace la mujer. Lo que pretendemos es poner en contradicción lo que hace el hombre y lo que hace la mujer".

A partir de esta dicotomía, que coloca a la mujer guanche en un segundo plano, la evidencia demuestra que ella fue el motor que mantuvo a la sociedad en el ámbito familiar, mientras que el hombre lo fue más en los aspectos social y político.

"El poder masculino y femenino son diferentes. A la mujer se le reconoce y se le concede un gran poder, pero se basa en el afecto, sobre el cariño y el respeto. Es un poder familiar. Sin embargo, el del hombre es un poder público, es decir, de representación, es político. Luego puedes tener una sociedad matriarcal, que domina la esfera de lo privado, de la familia, y la del hombre, que asume la representación de toda la sociedad".

Una de las conclusiones a las que ha llegado este estudioso del pasado isleño es que el papel que cumplió la mujer fue en función de lo que le dejó el hombre. "El espacio público para el hombre es el del prestigio, el de asumir los poderes, el de asistir al tagoror. Hace una actividad propia del hombre y lo que hace es dividir los espacios. Limita a la mujer a la casa. Es la que hace los trabajos más cotidianos, mientras él se reserva la presencia en el tagoror, participar en los juegos. Son actividades de prestigio en las que se valora el honor. Sin embargo, la mujer guanche no tuvo nunca un prestigio social sino familiar. Estuvo en un lugar escondido".

González Antón, que aclaró que todos los materiales arqueológicos hallados son siempre adjudicados al hombre, refutó la idea de que la mujer guanche es la gran desconocida y que existen muchas lagunas en torno a ella y su vida cotidiana.

"La vida cotidiana de la mujer guanche es totalmente desconocida, pero la laguna más importante es que la visión que tenemos sobre ella está hecha desde el pensamiento patriarcal, del hombre. Necesitaríamos más arqueología y distintas lecturas. La principal laguna es que es invisible, que no está. Le adjudicas cosas porque te apetece, no porque en realidad sepas que son así. Lo más reiterativo, pesado o ignorado, como hacer la comida o cuidar a los enfermos, se lo adjudicamos a la mujer".