"Lutherapia"

De camino a casa pensé: ¿Qué diría la sultana Aixa de la versión de "Lutherapia" que se exhibe en la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife hasta el próximo 29 de marzo? Aixa, para quien no lo sepa, fue aquella célebre mujer que le recriminó a su hijo Boabdil la pérdida de Granada con una frase lapidaria: "No llores como mujer lo que no supistes defender como hombre".

Palabras demoledoras esas para un hijo humillado, diría el terapeuta Marcos Mundstock en uno de sus sesudos análisis... Un diagnóstico que igual le obligaría a dar un giro de 180 grados (nunca de 360) sobre su aterciopelada silla roja para presumir de clarividencia. El psicoanalista sigue en forma, pero además ha encontrado en el enfermo Ramírez (Martín O''Connor) al cómplice ideal para alargar la buena reputación que ha conquistado.

"Lutherapia" triunfa en su puesta de largo en Tenerife. El espectáculo está vivo, superó los controles de calidad sin que el público detectara ni solo un fallo y musicalmente construyó instantes estelares: uno de ellos cuando Carlos Núñez Cortés, al piano, y Jorge Maronna, ante un artilugio muy rarito en el que resaltan unas minipelotas de baloncesto de color naranja, sostienen un duelo sonoro que acaba con una tremenda ovación.

Carlos López Puccio tampoco está mal, teniendo en cuenta que media batalla (con espada incluida) ya la tiene ganada con su desordenada y provocativa melena blanca. Pero debajo de ese perfil de profesor trastornado de "Regreso al Futuro XI" late el corazón artístico de un tipo incapaz de mandar a sus tropas para que luchen en el este sin caer en la tentación de Boabdil. Perdón. De un burdel...

Les Luthiers está fino -por aquí dirían que sus miembros están como una puncha-, pero, como ya advirtió recientemente a EL DÍA el psicoanalista Marcos Mundstock, además está sabiendo captar nueva clientela: en el patio de butacas ya no aparecen los lutherianos de siempre; hay savia joven que siente curiosidad.

¿Curiosidad? Sí. De eso hay un poco. La primera cita con Les Luthiers es atronadora. Ahí hay pasión por ambas partes. Luego, a medida que pasan los años, el deseo se convierte en admiración, cariño o esa sensación de cierta comodidad que anida en todos los matrimonios. Lo de O''Connor no es una infidelidad. Más bien es un gran parche con el que suplir a Daniel Rabinovich, al que se le echa de menos. No obstante, el tal O''Connor está espléndido. En resumen: nueva formación, pero el Les Luthiers de siempre. ¡Larga vida a Lutherapia!

Era un hombre poco comunicativo...

Esa frase es una burda mentira cuando escuchas los ocurrentes diálogos entre Marcos Mundstock y Martín O''Connor.

@davilatoor