Ocho nominaciones ha necesitado el compositor francés Alexandre Desplat para conseguir el Óscar, que ganó hoy por la banda sonora de "El gran hotel Budapest" en una edición en la que también era candidato por "The Imitation Game", dos trabajos que demuestran su versatilidad.

Desplat se impuso en esta 87 edición de los Óscar a Hans Zimmer, nominado por "Interstellar", a Gary Yershon, por "Mr Turner" y a Jóhann Jóhannsson, por "La teoría del todo".

Un Óscar que le llega al francés por los sonidos más modernos de la música que acompaña al surrealismo de Wes Anderson en "El gran hotel Budapest", frente a la composición más clásica de "The Imitation Game".

Un Desplat emocionado recogió el premio de manos de la veterana Julie Andrews y se lo dedicó a Anderson: "Eres un genio".

El reconocimiento de la Academia de Hollywood ha tardado mucho en llegar a la carrera de este prolífico compositor, con más de 150 bandas sonoras en los casi 30 años de carrera.

En su haber, un Globo de Oro, dos BAFTA británicos, dos Grammy, dos Premios del cine Europeo, tres César franceses y hasta un galardón del Festival de Cine de Berlín, por mencionar sólo algunos, por sus colaboraciones con directores como Stephen Frears, Roman Polanski, Ang Lee, David Fincher o George Clooney.

Pero el Óscar se le resistía.

Estuvo nominado por "Philomena" (2013), "Argo" (2012), "El discurso del rey" (2010), "Fantástico Sr. Fox" (2009), "El curioso caso de Benjamin Button" (2008) y "La reina" (2006).

Pero ha sido este año, con doble nominación, cuando le ha llegado el Óscar a este parisino de 53 años, que ha compuesto la música para otros filmes como "La joven de la perla" (2003), "De latir mi corazón se ha parado" (2005), "Syriana" (2005), "Un profeta" (2009), "El escritor" (2010), "El árbol de la vida" (2011), "La noche más oscura" (2012) o "Monuments Men" (2014).

También ha realizado las bandas sonoras de algunas de las películas de la saga "Crepúsculo" o "Harry Potter".

Una gran variedad de historias y estilos cinematográficos a los que Desplat se ha ajustado a la perfección, con unas composiciones que han evolucionado de un gran clasicismo a una presencia mucho más habitual de todo tipo de instrumentos.

Un talento de adaptación al que se une una inagotable capacidad de trabajo que le ha permitido componer y grabar la música de un largometraje en solo tres semanas. Ya tocaba el Óscar.