Lo suyo no es una pose ni tampoco interpreta un papel. En sus respuestas se aleja de la impostación y mientras otros en su lugar estarían dejándose ver en escena como primeros actores, calle Real arriba y abajo, Antonio "Toni" Tabares (Santa Cruz de La Palma, 1973) prefiere mantenerse entre bastidores, en el anonimato.

Este dramaturgo, de oficio periodista, fue reconocido con el premio Tirso de Molina de 2011 por su obra "La punta del iceberg", un texto que captó el interés del director Sergi Belbel, rendido ante una historia y un autor del que valoró que "tocara todas las teclas: comedia, drama, tragedia. Con profundidad y con ligereza al mismo tiempo. Con unos diálogos que fluyen con una naturalidad exquisita. Con precisión y poesía. Con intensidad dramática y humor refinado".

La confirmación llegó el pasado febrero, cuando en el madrileño teatro La Abadía se representó la obra, ya estrenada en octubre de 2012 por la compañía canaria Delirium Teatro.

"Hay que partir de la premisa de que quienes escribimos teatro somos gente rara. Ciertamente no tenemos la misma visibilidad que un novelista, pero es algo que llevamos asumido en el cargo. Esto es colectivo, porque si bien uno escribe el texto después son otros quienes se encargan de montarlo y representarlo ante el público. Es bastante asambleario.

Dicen de usted que no tiene afán protagonista. Pero, ¿lo suyo es natural o cosa de libreto?

La figura del autor queda diluida y agradezco que sea así. Va con mi personalidad. En Santa Cruz de la Palma, un lugar pequeño, la gente aún sin conocerte te felicita y te saluda y eso me parece gratificante por lo que supone de alegría compartida. No tiene que ver con la popularidad, sino con una reivindicación de la comunidad.

¿Y cómo se despertó su interés por el teatro?

Soy el más pequeño de tres hermanos y aunque tendría que rastrear en la memoria, ya siendo niño me llamaba la atención el teatro. Mi hermano mayor asistía a clases con Antonio Abdo y Pilar Rey y posteriormente, cuando volvían a casa de la Universidad de La Laguna relataban las representaciones a las que habían asistido.

Y los escuchaba como un espectador embelesado...

Dejaba volar la imaginación y pensaba que cuando llegara a la universidad por fin podría ver y hacer teatro. Sin ser nada vocacional, sí es verdad que el ambiente te despierta el gusto. Ya cuando acudí a la universidad me integré en grupos y comencé a asistir regularmente a salas.

¿A Canarias le sobran dramas y le faltan dramaturgos?

Probablemente, Canarias esté viviendo el mejor momento de creación teatral de su historia. Con todo el cariño y la consideración a una excelente nómina de autores de generaciones anteriores, de repente han confluido, no sé por qué extraña conjunción astral (Ríe) cinco o seis nuevos dramaturgos que están creando a un gran nivel. Y, sobre todo, algo que no se había producido hasta ahora y es que se están trascendiendo los límites de las Islas. El caso paradigmático de José Padilla, que está estrenando en el Centro Dramático Nacional y ahora se presenta en el Teatro del Arte de Moscú. Algo impensable hace diez quince años. También Irma Correa, con un proyecto con la Sociedad General de Autores de España (SGAE) y ha estado trabajando en el Teatro Español; los hermanos Bazo, del Puerto de la Cruz, que estrenan en La Cuarta Pared y autores como Roberto García Mesa y muchos que saldrán.

Y ese momento florido encuentra referentes de inspiración.

Canarias tiene mucha materia y material para llevar al escenario, ya sea en clave de comedia, tragedia o drama.

Ley de propiedad intelectual, recortes, IVA... Otro drama.

Puedo contar lo que me trasladan compañías, directores, actores, productores, porque desde mi doble condición de insular vivo alejado de esas situaciones. El IVA ha sido catastrófico y brutal el descenso de espectadores a los teatros. Todo un tejido que costó años levantar se desmorona. Las producciones son cada vez más efímeras, más reducidas... Lo comido por lo servido. Las voces que me llegan son de alarma.

Desde su condición de periodista, ¿qué reflexión le sugiere esa máxima del oficio que plantea no publicitar el suicidio?

Pues que me atrevo con el suicidio y en más de una obra. Es un tema que resulta muy potente desde la perspectiva dramatúrgica. Me parece un acto definitivo y total, que no admite doblez. La persona que se suicida no tiene un objetivo y eso me remueve y me provoca tensiones que encima de un escenario dan mucho juego. En los últimos años se está hablando cada vez más del suicidio. Creo que se está rompiendo el tabú.

¿Su trabajo acaba cuando la obra se representa?

Llevo más de 15 años escribiendo teatro y nunca me he planteado, aunque suponga una contradicción, que la obra esté concebida para estrenarse. El género teatral en sí me gusta particularmente como proceso de desarrollo literario; me siento a gusto por la propia estructura, en los diálogos, el desarrollo de los personajes... Pero aunque escriba con visión de escena no lo hago con el objetivo único del estreno. Todo este proceso que están viviendo mis obras, cuando una compañía de Sevilla te llama porque valora tu texto y apuesta por llevarlo a escena y estrenarlo, supone un regalo.

Y sigue firme en su propósito de alejarse de los cenáculos.

Siendo el teatro un arte colectivo, quizá la escritura dramática represente uno de los ejercicios más solitarios. Si me quisiera dedicar a la interpretación o a la dirección no podría desarrollarlo en La Palma, pero existe un invento que se llama internet que me permite seguir en la isla. No obstante suelo salir todo lo que puedo y ver teatro, verme con la gente. No me planteo marcharme de La Palma porque este lugar me da una perspectiva muy sana.

¿No significa renunciar?

No tengo prisas por llegar a ningún lado ni tampoco ningún afán por triunfar, en el sentido externo y superficial del término. Evidentemente me siento muy a gusto escribiendo teatro, me agrada que mis obras sean bien recibidas, pero también tengo una vida que vivir más allá del teatro.

¿Visualiza sus obras trasladadas al cine?

Me provoca curiosidad conocer cuál sería el resultado. Es verdad que dependiendo de la obra hay textos que se acercan más o menos a un planteamiento cinematográfico. En el caso de "La punta del iceberg" sí es así. Pero también me satisface que la obra siga un camino propio, más allá de su autor.

¿Qué proyectos aguardan?

Tengo uno con José Padilla e Irma Correa, a seis manos, para estrenarlo en 2015. Y con Alberto Roque Santana, el libreto para una ópera de cámara que asusta un poco, pero también me ilusiona.