El bailarín tinerfeño Daniel Abreu, Premio Nacional de Danza 2014, busca relatar con los gestos del cuerpo y a través de la música clásica y diversas coreografías una poesía sobre el día a día de la sociedad.

Lo denomina "baile contemporáneo" y lo considera como contar, mediante la danza, historias humanas y cotidianas de la sociedad actual, según explica el coreógrafo en una entrevista en la sede de la Ópera de El Cairo, donde representó su trabajo "Otros rastros".

Abreu, nacido en Santa Cruz de Tenerife en 1976, usa el ambiente sonoro, el espacio y la luz en su trabajo, que reconoce "no es narrativo, sino creativo".

El objetivo es crear "figuras que se mueven en el paisaje", en el escenario, y que se refieren a sentimientos como el amor, la tristeza, la muerte, la alegría, la sorpresa o la pasión.

Sentimientos expresados en sus coreografías con una sonrisa, un abrazo, una boca abierta o las dos cejas arqueadas, entre infinitas posibilidades que permiten al cuerpo humano comunicar.

Se trata, dice, de que el espectador se identifique de una manera mucho más emocional, en lugar de con un personaje concreto.

"El referente de nuestras actuaciones es la danza clásica, esa idea que tenemos de elevar, volar, estar por encima de, en el sentido de trabajar sobre las puntas del pie", enfatiza.

Su trabajo, insiste, trata de amplificar los registros para moverse en todos los niveles, así como usar el cuerpo con su máxima expresividad, utilizando la música en lo posible, y tratando de moverse a través de todos los recursos del espacio.

La semana pasada, Abreu fue galardonado con el Premio Nacional de Danza 2014 en la categoría de creación y aplaude poder estar celebrándolo en Egipto con sus actuaciones.

Fue premiado, precisamente, por "ser dueño de un lenguaje personal y por la creación de un universo propio sustentado en un código original, innovador y arriesgado", como explica el comunicado emitido por jurado que le otorgó el galardón.

El bailarín no sabe explicar los orígenes de esta decisión de bailar "a lo contemporáneo", porque lo que le ocurrió fue que "un día se dio cuenta de que estaba ya dentro de ese mundo".

Se trató de algo como "subir una escalera", pues ocurrió poco a poco, apunta el coreógrafo, que estrenó su primer trabajo en solitario en 2003, "Espera", y al año siguiente creó su propia compañía.

Hoy son una compañía de danza española con más de 40 creaciones a sus espaldas en la última década y con las que ha recorrido el mundo para mostrar su arte.

"Es la primera vez que estamos por la región (Oriente Medio), pero, cuando llegamos a Egipto y vimos que la ciudad se mueve con mucho tráfico y mucha gente, pero que se trata de un caos muy organizado, nos quedamos alucinados", indica el artista, para explicar que de situaciones como esa es de donde surgen sus coreografías.

El artista se considera una persona "muy curiosa", por lo que, según confiesa, cuando va andando por la calle analiza a la gente para imaginar qué hay detrás de lo que hacen o cómo se mueven.

"Me invento una vida que seguramente nada tiene que ver con la de ellos y eso es lo que hago en el escenario", cuenta Abreu.

Juega con figuras y personas que se mueven y que ponen una "emocionalidad física" a la actuación, como cuando un cuerpo está frustrado y actúa de una manera que hace que el espectador se mueva con la historia.

En su equipo puede haber hasta cinco personas en el escenario, comenta Abreu, antes de explicar que, aunque las decisiones finales siempre las acaba tomando él, suele contar con las opiniones del resto de los bailarines.

Como asegura, "es importante que haya una sola cabeza que recoja todo y le dé un único sentido".