Con música, como no podía ser mejor, clausuró la Real Academia Canaria de Bellas Artes su curso académico. Una velada bien concebida y desarrollada, que, de igual manera que la del año anterior, contó con el atractivo de un escenario evocador de la época del programa elegido para la ocasión por Jesús Rodríguez: grandes candelabros, columnas, rasos, esbeltos jarrones, amén de búcaros y otra suerte de floreros para recrear de alguna manera un ambiente propicio y acercar más aún a los oyentes a un tiempo de la isla en la que sobrevolaba el espíritu de la Ilustración, en una sala, la de arte romántico y de exposición de su colección de instrumentos de época, con paredes de las que cuelgan piezas artísticas, sobre todo de diversos autores canarios. La convocatoria se hizo en esta ocasión bajo el signo de los Iriarte. Un simbólico café de atardeciendo mientras sonaban el clavecín y el pianoforte de la Academia, el violín y el violonchelo, y la voz bien timbrada de la soprano. Obras de Boccherini, Laserna, Palomino y Haydn, que se sabe que complacían a los ilustrados tinerfeños del Puerto de la Cruz. Piezas elegidas a propósito para recordar que este año se cumplen doscientos cincuenta del momento en que Tomás de Iriarte abandonó para siempre su tierra, llamado a la Corte por su tío Juan, buen conocedor del talento y de las aptitudes del sobrino, donde iba a iniciar pronto una carrera literaria, musical y periodística que le situaría en un puesto relevante del parnaso español del siglo XVIII. El violinista tinerfeño Adrián Linares Reyes, portuense como los Iriarte y entusiasta colaborador principal de estas jornadas de arte, el clavecinista valenciano Pablo Márquez Caraballo, el violonchelista santacrucero Diego Armando Pérez González y la soprano grancanaria Estefanía Perdomo Nogales, interpretaron con maestría y mucha sensibilidad las sonatas de Boccherini número 1 en si mayor para violín y número 2 en mi menor para clave y acompañamiento de violín y chelo; la sonata en do mayor para pianoforte con acompañamiento de violín y bajo añadido, de Joseph Palomino, músico de capilla que fue de la catedral de Santa Ana de Las Palmas, dos minuetos en re mayor de la colección de 12 minuetos y la sonata V de la colección de 6 tríos o sonatas, op. 11, de Joseph Haydn; y, de Blas de Laserna, la tonadilla "Quando Bastiana" de la comedia "El abuelo y la nieta", las seguidillas a dúo de "Nadie de amor publique" y la tirana nueva a dúo de "Se sos en un petimetre", por las soprano grancanaria Estefanía Perdomo Nogales, con acompañamiento de los tres músicos citados. Los artistas correspondieron a los muchos aplausos del auditorio con la interpretación de otra tonadilla de Laserna. La Real Academia Canaria de Bellas Artes ha logrado fidelizar un auditorio cada vez más amplio y compenetrado con el rumbo de la institución, que se ha impuesto como norte el rigor y la exigencia en sus propuestas de arte y la preocupación por difundir la obra de los creadores canarias o con cualquier suerte de relación con el archipiélago. La mejor prueba, este concierto de marcado sabor iriartiano, que llenó por completo la sala mayor de la docta corporación.- IP