Torrencial Dee Dee Bridgewater en la clausura del Festival de Jazz de San Sebastián. La cantante ha dado al público lo que pedía, baile, y se ha llevado a todos de calle.

Bridgewater es una de las grandísimas voces del jazz actual y parece ser que también una mujer incansable, que durante más de dos horas ha dado espectáculo a quienes hoy llenaban la Plaza de la Trinidad.

Ha llegado acompañada por jóvenes músicos, entre ellos el trompetista Theo Croker y el saxofonista Irwin Hall, que se han encargado de prologar la cita con un tema del disco que les ha producido la cantante, quien ha hecho unas cuantas fotos con su móvil tras subir al escenario.

Después, ha bromeado con lo feliz que se sentía por estar en el Heineken Jazzaldia "finalmente" y ha iniciado el concierto con uno de sus viejos temas, "Afro Blue", que dio título a su primer disco, grabado hace 40 años, cuando tenía 24.

Qué gusto escuchar luego "Fine and Melow", de su álbum "Eleanora Fagan (1915-1959): To Billie with love from Dee Dee Bridgewater", dedicado a Billie Holiday con el que ganó un Grammy en 2011.

Expresiva y sensual, la cantante, guapísima con un vestido blanco y unas sandalias de charol negro con tacón de aguja, se desprendió entonces del pañuelo que llevaba a modo de turbante y dejó al descubierto su cabeza calva, que lució así durante el resto de la noche.

El standard "A Foggy Day", incluido también ese disco, fue el siguiente tema, y cuando la gente ya empezaba a mostrar ganas de marcha pidió calma para seguir con su tributo a Billie Holiday e interpretar un hermosísimo "Good Morning Heartache", que acabó casi en un susurro.

Pero después con su versión de "I Can Help It" de Michael Jackson ya se atisbaba el giro y cuando empezaron a oirse voces que reclamaban en inglés "queremos bailar" hizo una incursión en el "Get Up (I Feel Like Being a) Sex Machine" de James Brown y, a partir de ahí, ya no ha parado hasta el final mientras llevaba al público por los ritmos de los 60.

Un adiós que se ha prolongado con un bis de veinte minutos, en el que se ha movido del funk al soul y ha concluido con sonidos africanos mientras ella y sus músicos se golpeaban con el puño en el corazón y daban las gracias a San Sebastián por esta velada.

Todo el calor de show-woman que ha puesto Bridgewater en su actuación, le faltó a la noruega Kristin Asbjornsen en la apertura de la tarde en la Trinidad, con sus personalísimas versiones de los espirituales negros.

Si esta era la primera vez para Bridgewater en el Heineken Jazzaldia, para la noruega Asbjornsen era la segunda tras su paso por el Museo San Telmo el 22 de julio de 2011, el día del tiroteo de la isla de Utoya y la explosión en el centro de Oslo, en los que murieron 77 personas.

Estos atentados dejaron tan afectada a la cantante que el Festival le ofreció la posibilidad de no actuar, aunque ella finalmente lo hizo y ofreció un "conciertazo fantástico" a las dos y media de la madruga ante unas 80 o 100 personas, según recordaba hace unos días a EFE el director de Jazzaldia, Miguel Martín.

"De alguna forma le debíamos venir a la Trini y hacerlo en condiciones más populares que el día de San Telmo", decía Martín de esta intérprete, que sin embargo no ha entusiasmado al público pese a la bella y especial voz que tiene y a la emoción que le pone a las canciones, a temas como "Balm in Gilead", "I made my vow to the Lord", "Shine" y "I''m Gonna Cross the River of Jordan", todos de su disco más reciente.

El Jazzaldia ha contado también para su última jornada con otro noruego, Bugge Wesseltoft, que se ha presentado en el Kursaal su diálogo entre el jazz y la electrónica, mientras en el teatro Victoria Eugenia L''Orchestre D''Hommes-Orchestre llevaba a escena unos de los espectáculos más singulares y atractivos de esta edición.

Este grupo canadiense, que logró un gran éxito en 2012 en su primera visita al Festival con un montaje dedicado Tom Waits, actuó ayer y ha repetido hoy con "Cabaret Brise-Jour (Around the Music of Kurt Weill), teatro y música en un decorado "vintage" repleto de artilugios para contar historias y hacer música de manera sorprendente, y surrealista también.

Ha empezado la cuenta atrás para la próxima edición del Jazzaldia, en la que este Festival, el más veterano de España, cumplirá sus bodas de oro.