Unas coplas bien cantadas
con unos vasos de vino,
y el sonar de una guitarra
hacen más corto el camino.
Tierra de mar y de cumbres
de letras y parrandera,
de catedrales y Cristos
es la ciudad lagunera.
Dicen que el amor de
[madre
es lo más grande que existe
porque el amor de una
[madre
a morirse se resiste.
Cuando los rayos del sol
salen por el horizonte,
los pajarillos despiertan
con sus trinos en el monte.
Flores yo quiero llevar
una tarde al camposanto
y allí depositar
en la tumba de mi madre
quien me quiso y amó
[tanto.
El día de tu partida
para mí se fue el sol,
todo es noche ya no hay día
para mí murió el amor.
Unas batatas guisadas
con pescadito salado
y unos vasitos de vino
yo me pongo colorado.
Por la calle dando tumbos
va mi compadre Rufino,
no tiene nada en las pier
[nas
sino en la cabeza el vino.
Una noche oscura y fría
mi madre se me murió,
nunca más noche como esa
quisiera tenerla yo.
Enrique Díaz Martín