Sí, el burro, los burros en este caso, delante. La escuela del pueblo era un edificio rectangular dividido simétricamente con una parte para las niñas y en el lado contrario para los niños. Con entradas independientes. Y glorieta para que tuviéramos los pies calientes en el invierno. Recuerdo con inusitada claridad que la clase de las niñas olía diferente. Don José me enviaba con recados para la maestra (su mujer) y, de vez en cuando, nos cambiaban para hacer algún examen a aquel aula tan especial. Y lo era, porque aquellos extraños seres, se asomaban tras los cristales y miraban riéndose y cuchicheando entre ellas, en una indisimulada curiosidad repleta de algarabía festiva, que me intimidaba. Tampoco hacía falta mucho, la verdad.

Había algo en ellas de turbador con lo que no me sentía cómodo. Eso no me pasaba con ellos, mis amigos y compañeros. Y ellas no podrían nunca ser tan amigas como mis amigos, porque me alteraban, sin saber explicarme en qué ni por qué? No, definitivamente las niñas son criaturas impredecibles, incomprensibles e inaprehensibles.

En los pocos actos conjuntos de niños y niñas, al ir acompañados de nosotros mismos, unos con otros, la intimidación se esfumaba, porque ejercíamos el mismo contubernio que ellas entre sí, aunque menos ruidoso y más medroso. Cuestión de sexicorporativismo, sin duda. No obstante, en los recreos, aún sin existir barreras físicas, el reparto territorial se respetaba tácitamente por selección natural. Un lado para ellas y el otro para nosotros?

No me pregunten, a estas alturas, el porqué, el para qué, ni el cómo aquello funcionaba así. Podría llenar el resto del artículo de lugares comunes: que si la educación sexista, que si el nacionalcatolicismo, que si el puritanismo hipócrita, que si "los niños con los niños y las niñas con las niñas"? y todo estaría bien traído. Yo, al menos, no lo voy a negar? Pero hay un detalle que tampoco se puede negar, y es que -y pienso que todos, no solo yo- en aquel tiempo y edad, al menos a nivel de sentimientos, los críos no hormigueábamos ese supremacismo ortodoxo, ni de poder, ni ningún machismo, que el feminismo enarbola con respecto a las chiquillas.

Por el contrario, nos sentíamos cohibidos, intimidados y alucinados cuando nos encontrábamos ante nuestras narices a una de aquellas desconcertantes y mágicas criaturas. El apabullamiento era tal que el balbuceo, el tartamudeo, y el no saber qué hacer con las manos ni cómo poner el resto del cuerpo, era la respuesta más homologada de entre los chicos. Mientras, ellas reían, enigmática o abiertamente, por nosotros o de nosotros.

Yo no creo que el creerse superior el hombre a la mujer resida en la genética del sexo. La naturaleza la impondría desde niños, y no es así. Eso se debe a una educación posterior, de roles, tanto impuestos como asumidos, por unos y por otras. El humano, la persona, es hombre o mujer, macho o hembra, hombre o hembra, pero se hace machista o feminista en sociedades que solo miran la superioridad de un sexo sobre otro.

La sociedad igualitaria aún está por nacer. En la actualidad, el machismo ha generado una fuerza contraria proporcional, el feminismo, y como esa misma ley física indica, amenaza con igualarla y/o superarla. Mientras, la igualdad, la auténtica, la genuina igualdad, la no impuesta, está sumergida por ambos tsunamis. Y no creo en ninguno de los dos.

Han pasado muchos años de aquellas vivencias indelebles de mocoso, y para mí, las mujeres, cara a cara, siguen pareciéndome seres fascinantes, insondables, casi misteriosos? Y tan distintos al hombre en alma, mente y espíritu, que, a veces, aún me acojono, y llego a dudar si somos hijos del mismo Dios. Quizá la violencia de género sea un brutal complejo de inferioridad, que solo la fuerza bruta puede tapar. Yo no lo sé? A veces miro a un niño que se encuentra a solas con una cría. Y lo veo nerviosear y turbarse, y buscar con la mirada y sus gestos el punto de referencia de sus compañeros o acompañantes? Igual que antes.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es

PD. Bajaré de nuevo la calle de la Iglesia y miraré otra vez el banco en el que te sentabas, ahora vacío. Pero intentaré sonreír con el recuerdo de tu ternura hacia los míos. ¡Cómo me duele que se te gastase tan pronto la séptima! Arsenio D.E.P. Comparto la tristeza de tus hijos, mis amigos, José Félix y Javi.