Más allá del universo de felicidad que dibujan las campañas electorales, la economía de España está lanzando avisos de alarma más que evidentes. Las grandes empresas, desde Vodafone a Día, pasando por las fabricantes de coches, están anunciando despidos de una gran parte de su plantilla. Alcoa se ha venido a sumar esta semana, anunciando un cierre, en Lugo, que afecta, directa e indirectamente, a más de dos mil trabajadores, después de aguantar pérdidas de cincuenta millones al año desde hace tres, alegando que los costes de la energía en este país encarecen la producción.

Nos adentramos en un escenario de enfriamiento económico y de incertidumbre. ¿Y qué hace el Gobierno? Los gastos no financieros del Estado suben este año un 4% hasta los 164 mil millones. Los gastos de personal suben un 4,7% hasta superar los 17.000 millones, un incremento salarial que afectará a todas las nóminas públicas que en todo el país pasarán de los 120 mil millones. El gasto del sistema de pensiones, que sube por encima de seis puntos, nos llevará hasta los 153 mil millones que tendrán que sacarse, en parte, de los presupuestos del Estado, porque el sistema no hace sino acumular déficit año tras año. Y por citar solo otro dato más, la inversión pública aumenta más de un 14%, superando los 16 mil millones.

Todo esto podría interpretarse como un esfuerzo anticíclico del Gobierno, que aumenta el gasto público en un momento de enfriamiento, para calentar el sistema. Pero es la misma receta que practicó Rodríguez Zapatero, nuestro expresidente que viaja felizmente en aviones de la empresa nacional de petróleos de Venezuela (¡qué tendrán los presidentes socialistas con los aviones!). Y se demostró catastrófica. Y nuestra deuda se acerca ya al billón doscientos mil millones.

Evitar que las cosas empeoren no está en nuestras manos. La salida de Gran Bretraña de la UE -un espectáculo peripatético en el que nadie sabe realmente lo que va a pasar- puede causar un desastre en las previsiones de crecimiento en el PIB de la zona Euro y la Libra. Se habla de caídas moderadas en la UE y de un verdadero apocalipsis en el mercado británico. Y esto ocurre cuando Italia y Alemania están entrando en crisis, cuando Francia se enfrenta a enormes incertidumbres sociales, cuando EE UU y China mantienen una guerra comercial termonuclear que puede afectarnos a todos.

Pensar que es el momento para seguir de fiesta es una locura. Los políticos españoles ni encaran la quiebra de la Seguridad Social, ni afrontan la crisis territorial -la han mandado a los juzgados que es lo que vienen haciendo últimamente con todo- ni entienden de otra cosa que de una riña de gatos donde se lanzan zarpazos de huesos, momias y abortos. Los gobiernos del PP dijeron que iban a reformar la burocracia y no lo hicieron. El del PSOE está ocupado en la supervivencia en el poder. Y España, otra vez, avanza hacia la tormenta perfecta con las escotillas abiertas de par en par.