El tema de moda es que te pregunten qué va a pasar en las elecciones. Y la respuesta suele ser que no hay manera de saber lo que va a pasar. Los sondeos electorales fallan más que una escopeta de feria y hay una gran parte del electorado que está cabreada como un mono. Vete tú a saber lo que va a votar esa gente.

Hay, por supuesto, ciertos hechos. Vox va a entrar en las Cortes como el caballo de Pavía -que en realidad no entró- con una fuerza importante y disolvente y el PP lo pagará con una dolorosa pérdida de escaños. El desplome de Podemos parece inevitable por los graves errores de Pablo Iglesias y la guerra civil interna. Ciudadanos sufrirá una relativa pérdida en sus expectativas de crecimiento y el PSOE de Pedro Sánchez, que había llegado a un suelo histórico e histérico, mejorará sus resultados poniéndose en ciento y pico diputados. El pico puede ser de cigüeña.

Pero lo importante es: ¿quién va a gobernar? Si el PP, Ciudadanos y Vox tienen suficientes diputados, podrían hacer un pacto de gobierno a la andaluza. Pero los tres harán un análisis crítico de los resultados. Y Ciudadanos tendrá que ver si su aproximación al centro derecha ha tenido costos o beneficios electorales.

El PP, si quiere formar gobierno, está condenado a entenderse con Ciudadanos y con Vox. Pero Ciudadanos no. Albert Rivera puede decidir, a la vista de las urnas, si a pesar de lo que ahora dice -las promesas electorales se las lleva el viento de la realidad- termina dándose un abrazo con Pedro Sánchez, aunque sea poniéndose una traba en la nariz. Todo se puede explicar cuando es por el bien de España; Una, Grande y Libre. Y para que Pedro no caiga en manos del lobo catalán.

Un pacto de izquierdas también es posible, aunque más difícil. El PSOE mejorará resultados, pero Podemos y sus corrientes se van a pegar un estampido. Caso de que no fuera muy grande y pudieran intentar gobierno, para llegar a los 176 diputados necesitarían sumar a los nacionalistas vascos y a los independentistas catalanes. Y ahí entraría el ácido sulfúrico del separatismo. Puigdemont ya se ha encargado de elegir a los futuros diputados yihadistas que no cederán un palmo de terreno.

¿Y en las elecciones canarias?

Tras las generales es de suponer que habrá ondas en el estanque electoral. Este es un país donde la gente simpatiza mucho con los ganadores. La victoria embellece en el fútbol y en la política. Vox no tendrá en el Archipiélago un impacto similar al nacional. Aunque aquí tenemos una hora menos y también un agua menos, en las elecciones locales y autonómicas tiene mucho que ver el hocico de los pejeverdes. La gente sabe a quién está votando y a veces, incluso, para qué.

La cómoda centralidad que ocupaba Coalición desaparecerá en la jaula de grillos en la que se va a convertir un Parlamento con ocho partidos. Una parranda de setenta cantadores, setenta nóminas y setenta dietas por la gloria de Canarias; Una, Grande y Ocho.

Básicamente hay dos pactos previsibles: un pacto nacionalista de centro-derecha y uno nacionalista de centro-izquierda. El primero sería de Coalición, Ciudadanos y PP, con la opción de incorporar a Vox o dejarlo en el banquillo. El otro sería posible si diera la suma del PSOE, Podemos y Nueva Canarias, cosas que parece más remota.

Hay otras opciones, claro. Como que se produzca la unidad nacionalista entre CC y Nueva Canarias o que CC y el PSOE tengan un ataque de amnesia y olviden la cantidad tremenda de patadas en las canillas que se han dado en estos años o que los extraterrestres aterricen en el Valle de Ucanca. Las tres son igualmente posibles.

El pacto de izquierdas tendrá un grave problema si necesita de los tres votos de la Agrupación Socialista Gomera de Casimiro Curbelo. La innecesaria torpeza con la que el PSOE ha tratado al grupo gomero en el Parlamento les asegura una colonoscopia sin anestesia si hubiera o hubiese candidatura a la presidencia de Ángel Víctor Torres.

Pero el pacto de CC con Ciudadanos tiene también el grave problema de la futura situación judicial de Clavijo. Y ya se ha encargado el Gobierno socialista, a través de la Fiscalía del Estado, de asegurarse de que sea muy complicada, planificando una (otra) colonoscopia judicial.

Al final, en política, todo pasa por los intestinos; especialmente lo que más usualmente suele pasar. Lo único que hoy se puede garantizar sin ningún género de dudas es que en Madrid y en Canarias vamos a tener un inacabable circo de negociaciones para que poder formar gobierno. Que empiece el espectáculo.