Para hacer la guerra hay que ser fuertes: y somos fuertes. Para hacer la guerra hay que estar decididos: y estamos decididos. Para hacer la guerra hay que ser inteligentes: y somos fuertes. Gila es mucho más sabio que Su Tzu. Porque siempre ha sido mejor un mal acuerdo que un buen pleito.

El eurodiputado canario Juan Fernando López Aguilar dijo ayer -no literalmente- que una cosa es lo que quiera Gran Bretaña y otra lo que piensa Bruselas. Y que los europeos -es decir, la burocracia que gobierna la Unión- empiezan a pensar que los británicos son un lastre, un freno y un incordio para el futuro. Y que a lo mejor es Europa la que terminará dándoles a ellos una merecida patada en el trasero.

Lo que piensa el eurodiputado refleja fielmente el creciente sentimiento de hastío de los órganos de la UE que han tenido que tragarse, con muchísima paciencia, los desplantes y las veleidades de los británicos. Desde los flamígeros discursos racistas del líder del UKIP, Nigel Farage, en Estrasburgo, hasta el circo que se ha montado Theresa May con un brexit titubeante que ayer culminó en que se pedirá una prórroga para seguir negociando. No es tan fácil que se conceda. Y es un follón que haya elecciones al Parlamento europeo y Gran Bretaña no esté, aunque siga estando. Razones para mandarles a freír puñetas no faltan, desde luego.

Pero una cosa es lo que piensen en la Europa continental y otra muy distinta lo que le interesa a Canarias. Gran Bretaña decidió, en referéndum, salirse de la UE. Y hasta el día de hoy Londres sigue practicando un extraño y esquizofrénico juego en donde quiere negociar estar fuera de la Unión para todo lo que le interesa, pero dentro para todo lo que le conviene. Lo que no se ha conseguido en dos años y medio de negociaciones es difícil que se logre en el tiempo de prórroga. Pero habría que intentarlo.

Para ir a la guerra hay que evaluar las pérdidas. Y ser inteligentes. Para los 27 países de la UE, la salida del Reino Unido supondrá un serio inconveniente, una caída en la cifra de negocio, una bajada en el crecimiento económico previsto y la pérdida de un contribuyente a los fondos comunes. Para Canarias -ya lo he dicho alguna vez- una mala ruptura será una amenaza a nuestra supervivencia. Porque podríamos llegar a perder cinco o seis mil millones al año de lo que se factura por la venta de servicios turísticos. O sea, bajar entre el 12 y el 14% de nuestro PIB.

López Aguilar debería anteponer los intereses de Canarias a su razonable cabreo. Lo que conviene a sus islas es que el brexit no se produzca o que se haga de una forma pactada con los menores daños posibles. Porque una ruptura hostil nos parte por el eje. Entiendo la calentura, pero lo que hace falta es mucha tila.