El debate sobre el estado de la Isla celebrado hace unos días en el Cabildo de Tenerife sirvió, al igual que ocurrió días atrás en el Parlamento con el debate de la nacionalidad, como pistoletazo de salida de la precampaña electoral. Lejos de encender el negatoscopio para analizar la radiografía de Tenerife, los grupos -especialmente el PP y Podemos- aprovecharon la oportunidad para lanzar reproches al grupo de gobierno y para ensalzar sus propios proyectos de futuro, aunque tampoco se extendieron en concretar propuestas para el impulso de la Isla. Incluso el PSOE, socio de Coalición Canaria al frente de la Institución, se permitió una crítica velada a los nacionalistas y un elogio a las áreas que gestiona.

Este tipo de sesiones deben servir para hacer balance de lo ejecutado, para analizar los proyectos en marcha y para consensuar programas a medio y corto plazo que redunden en el bienestar de los tinerfeños, que debe ser es el objetivo principal de los gobernantes y también de la oposición. Faltó altura de miras, sobró cortoplacismo y, especialmente, anteponer el interés general al partidista.

El presidente del Cabildo, Carlos Alonso, efectuó un recorrido por estos últimos cuatro años de gestión y lo hizo con objetividad; es decir, poniendo sobre la mesa los logros, pero también las importantes tareas que es preciso acometer para lograr el tan anhelado estado del bienestar de la población tinerfeña. Aunque recibió el ''aprobado'' en algunos de sus proyectos por parte de los contrincantes políticos -especialmente por el ''Tenerife 2030''-, la crítica prevaleció. Por ello, reclamó en varias ocasiones unidad de los partidos con el objeto de afrontar los nuevos desafíos a los que se enfrentará la Isla en el futuro. Se trata, por tanto, de resucitar el Pacto por Tenerife -quebrado por los problemas de movilidad que sufre la Isla-, punto de partida para restablecer un firme compromiso para trabajar conjuntamente desde distintos ámbitos en los asuntos que más preocupan a los tinerfeños.

Tenerife vive mejor que hace cuatro años, cuando empezó a despertar de la pesadilla de la crisis económica que azotó a toda España y que castigó con especial virulencia a las Islas. Algunas de las heridas siguen abiertas, pero los datos demuestran que se ha creado empleo, que se ha desinflado la bolsa de pobreza y que la apuesta por el turismo de lujo ha dado sus frutos y ha disparado el consumo, con la consiguiente generación de empleo e impulso de la economía.

Pero los desafíos siguen ahí y están perfectamente detectados: formación, empleo, inclusión social, medidas por el incremento de la población, sostenibilidad y globalización vinculada a la posición geográfica. También la movilidad, verdadera pesadilla de los tinerfeños cuando han de desplazarse de un punto a otro de la Isla. Estos retos no los puede acometer sólo un partido político, sino un conglomerado de siglas cuya prioridad sea la Isla. Aquel Pacto por Tenerife que algunos han despreciado debe erigirse en hoja de ruta para los años venideros. Ocurra lo que ocurra en las urnas el próximo mes de mayo. Solo la unidad puede salvar un proyecto común que, en este caso, se llama Tenerife y sus habitantes.