No existe manera de establecer un diálogo con el sectarismo. Es inútil, en la misma manera que sería ridículo intentar hablar con una cotorra que repite previamente algo aprendido o con un reproductor que solo replica fielmente una grabación.

Íñigo Errejón tuvo que enfrentarse a un escrache protagonizado por unos jóvenes del Frente Obrero de Hortaleza que acudieron a poner un poco de vinagre a un acto de la campaña del candidato a Madrid. Errejón intentó hablar con ellos. Pero no le dejaron, como es obvio. Aquello no iba de hablar, sino de joder. Errejón tuvo que escuchar que Podemos había sacado unos sillones en el Congreso y habían dejado tirados a los trabajadores en la calle (¿tenían que haberse llevado a los trabajadores a los sillones del Congreso como al niño de Bescansa? ¿Cabrían todos?), y que se estaban dedicando a poner parches a un sistema (¿la democracia?) en vez de cargárselo. De ahí, le dijeron, el auge de los partidos fascistas -los de derechas-, que es culpa de Podemos porque han traicionado a los trabajadores.

Los jóvenes del Frente Obrero defienden al proletariado. El comunismo es como la religión católica, promete a la gente un paraíso en otra vida, pero en esta solo lo disfrutan sus jefes. En todos los países comunistas, tipo Cuba, los únicos que viven como Dios son los dirigentes. Las revoluciones proletarias acaban suspendiendo las votaciones, eliminando la democracia y la pluralidad de partidos y estableciendo una dictadura "en nombre del pueblo" en la que solo hablan los chicos como el que increpaba a Errejón: programados con una grabación que repiten vehementes, sin permitir las molestas opiniones ajenas, siempre contrarrevolucionarias.

El candidato de Más Madrid, Errejón, aguantó con cuajo la que se le venía encima, diciendo de vez en cuando "no estoy de acuerdo" o "eso no es verdad", pero sin oportunidad de que le dejaran abrir su pico de oro. Se tragó toda la demagogia con la paciencia de quien recibe lo que en cierta forma ha dado. Y solo al final del chorreo, cuando estaba realmente harto, se le escapó un "¿y tú que propones, compa?". O sea, a ver, de acuerdo con que los trabajadores están tirados y tal pero ¿y tú que propones para cambiarlo? Naturalmente nada. Porque el verbo solo se hace carne cuando no hay carne en los supermercados.

Los trabajadores hoy, en España, tienen educación gratuita para sus hijos, sanidad para toda la familia, un subsidio de paro si se quedan sin trabajo o ayudas sociales para las facturas de la luz o el agua. Porque los trabajadores españoles viven en un Estado de bienestar y una sociedad desarrollada mil veces mejor que regímenes revolucionarios tercermundistas. Por eso ''el compa'' no tenía nada relevante que proponer, excepto demagogia. La misma que ha servido de caldo de cultivo para las revoluciones obreras que han acabado siempre en tragedia, pobreza y sangre. Eso ya lo sabe Errejón. Y lo que es peor, ya lo sabía antes.