Al doctor Manuel Pellicer Catalán, profesor e investigador de notable prestigio, que dejó buena huella de su quehacer científico y de su calidad humana en la Universidad de La Laguna y en Canarias, durante los algo más de seis años que residió en las Islas, le tributa hoy un homenaje in memoriam la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla, cercano ya el primer aniversario de su fallecimiento. La docta corporación hispalense, a la que tengo el honor de pertenecer como miembro correspondiente, quiere agradecerle su fecunda labor al frente de la sección de estudios arqueológicos, que presidió hasta el final de su dilatada existencia, noventa y dos años.

Antes de incorporarse a la Universidad de La Laguna en 1968, el profesor Pellicer había impartido docencia en su natal Zaragoza, en Granada y en Madrid, pero fue aquí, en las Islas, donde consolidó su personalidad humana y científica y su categoría de arqueólogo e historiador. Vino a La Laguna a inaugurar los estudios de su especialidad, hasta entonces englobados en la Cátedra de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. A esa tarea se entregó con el entusiasmo de quien se apresta a roturar un campo de labor de excepcionales dimensiones e incitantes estímulos.

Las cualidades del profesor Pellicer como comunicador eficaz de saberes, acrecentadas por la incitación que llevaba consigo poner en marcha una cátedra y un departamento universitario nuevos, encandilaron inmediatamente a no pocos alumnos. Transcurrido más de medio siglo de aquel momento, aun hay quienes recuerdan que su llegada a la ULL fue como una bocanada de aire fresco. En torno suyo no tardó en crecer un puñado de jóvenes universitarios de ambos sexos (Mauro Hernández, Mª Cruz Jiménez, Antonio Tejera Gaspar [Premio Canarias de Investigación], Dimas Martín, Manuel J. Lorenzo Perera, María del Carmen del Arco, Bertila Galván Santos, Juan F. Navarro Mederos, Rafael González Antón y varios más que ahora no vienen a mi ya maltrecha memoria). Todos secundaron con entusiasmo las iniciativas del nuevo profesor, en una actividad compartida con la también arqueóloga Pilar Acosta Martínez (1938-2006), esposa suya y asimismo excelente especialista en la misma disciplina.

Hasta la llegada de Pellicer a la ULL, la arqueología dependía en Canarias de sendas comisarías provinciales de Excavaciones Arqueológicas, que en la de Santa Cruz de Tenerife tuvo al frente desde 1951 al arqueólogo y poeta Luis Diego Cuscoy, a quien las Islas, pero sobre todo Tenerife, jamás podrán pagarle todo lo que hizo en solitario y desafiando la indiferencia e ignorancia de la sociedad y de los poderes dominantes entonces en pro de la conservación del patrimonio arqueológico canario. Sus competencias se limitaban a la preservación de yacimientos y la recolección de materiales con finalidades museísticas. Pero él fue bastante más allá. Fruto de su saber, entusiasmo y tenacidad es, entre otros, el volumen Los guanches de Tenerife (1968), que el propio Pellicer calificó de obra básica, fundamental para el conocimiento no solo del patrimonio arqueológico de la Isla a la que está dedicado sino de toda Canarias.

Conocedor de la riqueza y peculiaridades de la arqueología canaria, el profesor Pellicer diseñó sin demora un proyecto de trabajo ambicioso, que, además de programas de ordenación y clasificación de materiales, centró en un plan de acciones que desbordaban el marco de la región canaria, pues se extendía al arco del Sahara, por su influencia sobre las Islas, el norte africano continental y el sur peninsular; la arqueología como ciencia orientada y comprometida en el conocimiento del hombre y de su hábitat mediante el estudio de sus más remotos vestigios, sin cortapisas comarcales o locales; un programa que tuvo como primer peldaño en la línea de consecuciones la elaboración de las cartas arqueológicas de las Islas, imprescindibles para redactar la Carta Arqueológica de Canarias. Ese empeño aglutinador hizo que germinara pronto, con cohesión y eficacia, la que no tardó en ser conocida y reconocida como Escuela de Arqueología de Canarias, que no ha dejado desde entonces de crecer, actualizándose y renovándose sin detenimiento, y agrandando su bien asentado prestigio. Es buena oportunidad el homenaje de hoy al profesor Pellicer para recordarlo.

*Cronista oficial de San Cristóbal de La Laguna