Por lo que leo, el papa Francisco no parece muy contento con la Venezuela de Juan Guaidó y su evolución. Circulan fotografías en las que el papa no pudo disimular su disgusto y rechazo a su compatriota Mauricio Macri y a Trump. Algo superior a sus fuerzas. Para que luego digan de la diplomacia vaticana y jesuítica. Ni mensaje evangélico de amor al prójimo ni generosidad. Solamente el semblante de la hostilidad más acerba y potencialmente resolutiva como un veneno de sortija. Esas fotografías que, la semiótica esclarece, han de contrastarse con las caras de contento y risotadas con Maduro, Fidel y Raúl Castro, Daniel Ortega y esposa, y otra compatriota, Cristina Kirchner, encartada por saqueos varios y maletas voladoras. Por ese vínculo matemático entre todos los regímenes progresistas o camino de serlo y la corrupción a escala colosal. Veinte expresidentes americanos censuraron el último discurso papal de Navidad 2018 por negarse a interferir en Nicaragua y Venezuela.

El papa Francisco es un jesuita teatral y tosco. Se siente feliz entre los populistas más corruptos y tiranos, y siente hostilidad biológica contra la derecha liberal y conservadora democrática. Les planta cara simbólicamente ante el mundo. Como Maradona, otro compatriota con amigos comunes y admiraciones compartidas. ¿De dónde le viene al papa ese izquierdismo populista antidemocrático? La izquierda radical argentina le acusó en 2013 de connivencia con la Junta militar de Videla de 1976. No defendió a jesuitas asesinados y en el juicio de ESMA, el más horrible centro de torturas de los militares, dijo "no saber nada". Los populistas y saqueadores Kirchner también observaron una estricta neutralidad durante la dictadura militar. Ninguno avistado.

El papa Bergoglio, provincial de los jesuitas durante aquella dictadura, no estaba hecho de la pasta de otros jesuitas como Ignacio Ellacuria y Jon Sobrino, asesinados en San Salvador. Miraba silente a cubierto. Hay que tener en cuenta que quienes provocaron a los militares durante el Gobierno de Isabelita Perón, que se definían como peronistas de izquierdas, fueron Montoneros y el trotskista ERP, que practicaban la "lucha armada". Por tanto, eran vanguardias guerrilleras marxistas compuestas de universitarios burgueses (Enrique Krauze, Vargas Llosa).

De seguro el papa Bergoglio, los Kirchner y Maradona preferían el orden cerrado y geométrico de absoluta seguridad militar al desorden guerrillero pequeño burgués e individualista, de severo riesgo, pero sin visos todavía de poder implantar distinto orden totalitario. Todos a fin de cuentas buscaban lo mismo: la abolición o restricción de la libertad. El gran anhelo progre.