Leer los periódicos sirve para constatar la capacidad que tiene la población para criticar; para criticar, además, acerbamente. Resulta en verdad bastante raro leer alguna noticia laudatoria: las únicas son las protagonizadas por los autores de lo que se pondera. Un alcalde inaugura un centro educativo, o una vía recién asfaltada, y es él mismo quien se ocupa de resaltar las bondades de la obra, pues sabe muy bien que los medios de comunicación se limitarán a señalar sin más el acontecimiento; se entiende que entra en sus obligaciones, que para eso le pagan? Y no es así, o al menos no debería serlo. La condición humana, creo yo, exige el reconocimiento ajeno. No hay mayor satisfacción, para los padres, que comprobar que los esfuerzos que han hecho para educar a sus hijos han dado frutos. Lo mismo para un jefe que confía un trabajo a un subordinado y este responde adecuadamente a las esperanzas que su superior puso en él.

En definitiva, a todos nos gusta que nos den unos golpecitos en la espalda; incluso ni eso: basta una sonrisa, una palabra de aliento, y ya sabemos que continuará realizando su labor con ganas, con entusiasmo. El problema se presenta cuando no hay nadie a quien alabar pues la labor la llevan a cabo varias personas. Eso dificulta o hace casi imposible discernir el nombre de los implicados, sean personas u organismos públicos. Se me ocurre compararlo con un abanico: produce aire porque las varillas que lo forman están unidas y concurren en un punto, el clavillo.

Viene todo lo anterior para manifestar mi sorpresa -mi gran sorpresa- ante las estadísticas de pasajeros durante el año 2018 hechas públicas por AENA, entidad encargada del tráfico y mantenimiento de los aeropuertos españoles. Confieso que al leerlas en EL DÍA pensé que el redactor de turno había sufrido un error, pero no, pues lo comprobé en la Red y las cifras son correctas. El aeropuerto Reina Sofía Tenerife Sur tuvo un tráfico de 11.042.000 pasajeros, en tanto que el Tenerife Norte alcanzó los 5.493.000; en total, 16.535.000. Si lo comparamos con el de Gran Canaria -13.573.000 pasajeros-, el resultado nos indica que en Tenerife han entrado 2.962.000 más que en el de la vecina isla.

Creo que estas cifras no deben ser analizadas fríamente, como si reflejaran el número de habitantes de una ciudad, la distancia que existe entre dos lugares o la cantidad de calorías necesarias para sobrevivir, pues detrás de ellas está el trabajo de mucha gente -las varillas del abanico-, de muchos organismos, de muchos empresarios, que tienen como objetivo mantener viva -y muy viva- la industria más importante de la Isla, el turismo. En primer lugar habría que destacar la labor que realizan los diferentes gobiernos, o sea, el autonómico, el del Cabildo Insular y los de los ayuntamientos. Gracias a su labor constante, llevada a cabo durante décadas, las metas que se han alcanzado resultaban imprevisibles hace poco tiempo. Pero de nada hubiese servido dicha labor sin la entusiasta colaboración de los empresarios implicados con el sector, y no me refiero solo a los hoteleros. Los relacionados con la restauración, el transporte, las agencias de viajes, los encargados del mantenimiento de las playas, etc., han aportado su granito de arena, y esto a pesar de que hay personas -en todos los sectores los hay- que quieren aprovecharse de la bonanza y no actúan siguiendo los patrones establecidos por la legalidad.

Mi felicitación, pues, a todos ellos. Este año, según parece, el "brexit" no permitirá que los resultados sean tan halagüeños. Pero no importa: los canarios estamos acostumbrados a las malas rachas. Sin embargo, siempre las hemos superado.