Al común de la gente que vamos en moto, el único que nos para es un guardia urbano con cara de cólico nefrítico, que termina entregándonos una multa por llevar el casco mal abrochado o vete tú a saber. Pero a Íñigo Errejón no. A él le pasan cosas más interesantes. Según relata el propio protagonista del insólito suceso, iba en su moto cuando una señora mayor se interpuso en su camino para gritarle su apoyo. Yo pensé que quien le había asaltado era Manuela Carmena. Pero no. Era una señora desconocida que se encontró por la calle. O mejor dicho, que dice que se encontró en la calle, que es otra cosa. Y es que cuando un político relata este tipo de historias, donde interviene alguien claramente anónimo, a mí me entra la neura de que nos está contando una batallita en la que necesita echar mano de un personaje de ficción que le viene al pelo. ¿Por qué soy tan descreído, dirán ustedes? Pues por la maldita experiencia.

Coincidirán conmigo en que la niña de Rajoy sonaba más falsa que una promesa electoral. La niña siempre hacía reflexiones muy maduras y muy sensatas de asuntos que curiosamente coincidían con la actualidad. Luego, cuando el señor Sánchez fue efímeramente Pedro, el coleguita de buen rollo y candidato socialista que hacía campaña electoral por toda España, nadie se molestó en explicarle que vivimos en una aldea global. Que todo se sabe y eso. De ahí que el hombre se nos desparramara contando las amargas quejas laborales de unas supuestas trabajadoras, Juanas, Valerias o Verónicas, que estaban empleadas en la hostelería y que casualmente siempre tenían con él una intensa conversación, contándole sus problemas, antes de que subiera a la tribuna para soltar su rollo. Qué oportunas las Juanas, Valerias o Verónicas.

Como a los políticos ya no les cree ni Dios, los tipos se terminan inventando un personaje de apoyo. Una voz independiente que les sirve para afianzar sus propias creencias. La señora mayor que paró a Errejón en su moto no es la niña de la curva de la nueva izquierda, sino la metáfora de una ciudadanía que está defraudada con el neocomunismo de Podemos y a la que se puede rescatar siempre y cuando se vuelvan a las posiciones asamblearias y democráticas del inicio del camino. O sea, caminando de la mano de Carmena hacia un horizonte surcado por el arco iris.

Los personajes de ficción de los políticos son como las fuentes sin especificar de los periodistas. Esas que solemos usar al afirmar que en determinado partido "se dice" o que determinadas "fuentes aseguran que...". O sea, un refuerzo, o un recurso para disimular nuestras propias opiniones y subirlas de categoría dándoles los galones de ser filtraciones ajenas de información reservada. Al final, siempre necesitamos de los demás para que nos den la razón. Y no nos importa que ''los demás'' sean a veces tan imaginarios como nuestros argumentos.