Hemos de insistir en que la crisis de nuestros tiempos no solo es la económica, del PIB, o la del campo, es sobre todo cultural. El esfuerzo y la penuria de los campesinos la superan en muchas ocasiones nuestros jóvenes: los surferos ante montañas de mar, los maratones en nuestras montañas trasvulcánicas, el parapente, el barranquismo. Esfuerzo y riesgo sin contrapartidas económicas, moda, prestigio social, etc.

La alergia al sacho, la devaluación de lo rural, las modas urbanas, la calidad de vida en los pueblos, la lectura de ayer, la devaluación del pasado, la ruptura con nuestra historia, con nuestras raíces. La hija no entiende a su padre cuando le cuenta la vida de su abuelo, ya que vive en las modas y los modos urbanitas de la sociedad actual.

Los datos del paro son un claro ejemplo de la devaluación del agro, en proporciones preocupantes, ya que existe una carencia de capital humano que gestione el suelo y el agua, unos recursos que son escasos en Canarias. ¿El sacho como pasado y el gimnasio como futuro? Veamos: de los 200.000 parados de Canarias, aspiran a trabajar en la tierra, según las encuestas, unos 5.000, es decir, el 2,5%, el resto aspira a actividades principalmente en los servicios, trabajos que en muchos casos no están mejor pagados que en la agricultura.

Recursos, sueños e ilusiones. El campo canario, como la agricultura en todo el planeta, es una actividad cargada de esfuerzo, pero también de sueños e ilusiones. Pasar de cazadores/recolectores a agricultores/ganaderos ha sido uno de los saltos más grandes que ha dado la humanidad. Aquí y ahora, hemos devaluado el campo y, en consecuencia, a los campesinos, creando un espejismo de derechos sociales que nos pasarán factura.

Hay numerosos pueblos en los que el número de parados supera al de agricultores, al tiempo que se encuentran tierras fértiles en completo abandono, con numerosos jóvenes esperando por unos contratos de pan para hoy y hambre para mañana.

Veamos algunos casos de libro en Canarias. En La Gomera tenemos dadas de alta en agricultura a 155 personas (entre asalariadas y autónomas), mientras las desempleadas superan las 1.300. Qué decir de las tierras de cultivo, ociosas, como gran parte de las presas, que apenas utilizan el agua, y cómo tenemos los cañeros y otras plantas invasoras en las tierras de cultivo. Qué decir de la dependencia del exterior, hasta en los berros para el potaje y el agua para las ranas.

La Palma es otro ejemplo que pone de manifiesto que el modelo hace aguas, aunque en esta isla tengamos el 20% de la superficie regada de Canarias, con más del 20% de las aguas no industriales, y con apenas el 3% de la población del Archipiélago. Los más de 2.000 agricultores de este territorio, más del 10% de los activos agrarios de las Islas, se nos ponen cuesta arriba cuando leemos el número de parados, algo más de 8.000, lo que pone de manifiesto un problema serio en Canarias.

Si ponemos el acento en las discrepancias entre los recursos y la población, hablar de paro y autoabastecimiento requiere otra política agroeducativa que armonice la población con el entorno.

Nos hemos equivocado, hemos educado a nuestros hijos para alejarse del campo, lo que, en el caso de La Palma, tiene una doble lectura; dejar la Isla para ir a las mal llamadas islas mayores, hace unos años nos dio oportunidades; ahora, sin embargo, éstas últimas tienen una peor relación población recursos, mantenido con el pegamento urbano, de una cultura que ha devaluado el campo y lo rural.

El campo palmero se revalorizará cuando revaloricemos la vida en los pueblos, dignificando el campo, la naturaleza, con un desarrollo adecuado de las costumbres, incorporando la producción local, dignificando lo que hacen y producen en los pueblos, revalorizando los valores y la calidad de vida en los pueblos, su naturaleza.

Los sueños que presentan nuestros jóvenes en la oficina de empleo muestran que más del 60% aspira al comercio, dependientes, personal de limpieza, camareros. El campo es cosa del ayer. Un modelo cargado de espejismo, en una sociedad que no mira para el suelo, para la naturaleza, que ignora la historia de estas islas a lo largo de más de 500 años, generando en estos momentos el mayor cambio socioeconómico en la vida de este Archipiélago, al que se une la presión demográfica -el 20% de los parados no nacieron en Canarias-, no olvidemos que hemos doblado la población en 50 años.

Hemos olvidado gran parte de los códigos del campo, mucho más complejo de lo que creen los urbanitas.

El campo y la ciudad han de ser compatibles y solidarios, lo otro es espejismo, importamos alimentos y sueños.