No hay freno. Laura Luelmo. La manada. La otra manada. El violador de dieciséis años... Los datos son aterradores. Pensar que cada día se producen en nuestro país no menos de 32 ataques sexuales es para echarse a correr. Y va en aumento. Es apabullante. Un disparate. Ya no es la ropa, ni la hora. Es que si eres mujer estás expuesta ante alguien que ha decidido que eres más fácil de agredir o que le gustas.

El error viene desde la cuna. Y los más jóvenes no mejoran. Al revés, involucionan. Ningún cuerpo tiene la propiedad sobre otro. Es lamentable que una frase tan sencilla no funcione en las cabezas de una mayoría machista que ahora se ha vuelto silenciosa solo por el temor a cómo les juzgarán tras las movilizaciones de las mujeres. Todo lo que empieza puede terminar. La violencia física, verbal y mental es un delito. Nada se arregla mientras no se reconoce el problema. Estamos enfermos y muy lejos de la igualdad.

Hay que reeducar, dicen los expertos, pero ¿cómo se reeduca un océano entero de machismo? Muy difícil cuando sigue existiendo una clara moralidad machista con respecto a la sexualidad. Todavía hay quien piensa que la mujer que lleva minifalda incita a los machos alfa y que eso incluso justifica que se la persiga desde la discoteca hasta su casa o que se le diga de todo por la calle. Si hablamos de relaciones sexuales, si una mujer tiene muchas relaciones sexuales es una puta, pero si es el hombre el que las tiene no es un puto, sino un putero que, curiosamente, vuelve a convertir en puta a la mujer. En lo que respecta al trabajo, la sumisión laboral de la mujer no solo afecta al ámbito salarial, sino también al plano sexual, donde algunos hombres utilizan su poder para acosarlas sexualmente.

Desde hace ya muchos años vengo afirmando que ciertos colectivos feministas, con sus interpretaciones erróneas, le hacen el juego al machismo más sexualizado. Mientras el feminismo rancio lucha por estupideces como incorporar palabras a la RAE como "miembros" y "miembras", miles de mujeres en el mundo sufren ablaciones, discriminación laboral, violaciones, lapidaciones, salarios inferiores, acoso sexual, bodas concertadas, explotación sexual... La transmisión sexual del colectivo feminista no ha ido enfocada precisamente a mejorar la defensa de los derechos de la mujer, sino a vulgarizar su sexualidad y, en todo caso, a exigir poder imitar los peores comportamientos sexuales del hombre, como el famoso eslogan de "hagas lo que hagas, quítate las bragas". El grado de absurdez de este colectivo ha llegado a tal punto que el hecho de que un hombre le pague la comida a una mujer o le ceda el paso se ha convertido en el símbolo del machismo por excelencia. Por otra parte, actos como levantarse la camiseta en San Fermín y enseñar las tetas no dejan de ser ciertamente lamentables, porque no ayudan a reclamar la igualdad de la mujer, sino a sexualizarla aún más. Si la igualdad entre hombres y mujeres se reduce a que su hija o su sobrina, por ejemplo, pueda enseñar las tetas en un San Fermín, entonces es que no hemos aprendido nada.

Su hija o su sobrina serán iguales que un hombre cuando puedan pasear por la calle sin que nadie las persiga por llevar minifalda, cuando cobren lo mismo que un hombre por realizar el mismo trabajo, cuando su sexualidad tenga la misma importancia que la de un hombre, cuando sean tratadas igual que un hombre en todos los ámbitos de su vida, profesional, familiar, sexual, legal, emocional y laboral. De lo contrario, lo único que estamos haciendo es seguir reproduciendo una y mil veces los mismos errores.

Solo hay una manera posible de entender el sexo: como ejercicio de libertad para todos. Por desgracia, hay hombres que solo empiezan a comprenderlo cuando piensan en su hermana o en su hija. Penoso.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es

PD. Cifras oficiales: cada ocho horas es violada una mujer en España.