Sin ningún lugar a dudas, César Manrique es una de las grandes figuras artísticas canarias del siglo XX.

Su aportación a la concienciación ambiental de todos los lanzaroteños en particular, y de todos los canarios en general, ha sido fundamental para salvar, aunque sea mínimamente, el paisaje conejero y canario.

Su visión fue clara, nítida, apasionada, verdadera. Junto con el presidente del Cabildo de Lanzarote de los años setenta del siglo XX, Pepín Ramírez, formaron un magnífico tándem, que hizo posible y real la magnificencia de la obra de César.

Manrique nace el día 24 de abril de 1919 en Arrecife, más concretamente en Puerto Naos, a orillas del Charco de San Ginés. La mayor parte de su infancia y adolescencia fue en Arrecife. Era un chico imaginativo que ya siendo muy joven admiró a Picasso, Matisse y Braque, entre otros, a los que conoció -como indica Fernando Ruiz Gordillo- a través de las revistas que le traía su padre, que pertenecía a la pequeña burguesía local, al regreso de sus numerosos viajes de negocio.

César Manrique, para satisfacer a su padre, se traslada a Tenerife para estudiar Ingeniería Técnica. Pero César no fue alejado de la pintura. Admira los murales de Néstor de la Torre en el Salón Principal del Real Casino de Tenerife -para algunos la "Capilla Sixtina" del Arte en Canarias- y abandona los estudios.

Ingresa en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid. Del naturalismo de sus primeras pinturas -aún conservaba en su memoria todo su imaginario insular- pasa a hacer obras de arte no figurativo. En su etapa madrileña 1945-65, César Manrique ya era un artista de prestigio.

De Madrid da el salto a América, concretamente a Nueva York, que ya era referente mundial del arte. Ya en Madrid tuvo una importante vida social, que en Nueva York se acrecienta aún más. Disfruta de la infinidad de exposiciones y todo tipo de actividades artísticas y entabla amistad con personalidades de la talla de Andy Warhol. Manrique realiza en Estados Unidos sus primeros collages.

Pero César Manrique necesita regresar a su tierra. Los canarios siempre se han caracterizado por ser universales -el artista lanzaroteño conoció multitud de países y de culturas, que lo enriquecieron-, y a su vez, ser muy isleños.

En su isla natal hace obras reconocidas y admiradas a nivel mundial, desde los Jameos del Agua al Mirador del Río, por sólo citar dos de las más emblemáticas. Arte/naturaleza, naturaleza/arte como lo denominó Manrique fue su intervención en el espacio, en palabras del citado Ruiz Gordillo, donde pudo concretar su nuevo ideario estético.

En todas las islas canarias dejó su impronta César. Y también en Madrid, desde la decoración del hotel Fénix hasta el espacio de La Vaguada. Diseñó hoteles tan emblemáticos como Las Salinas y supo trasplantar su energía y vitalidad a todo cuanto realizó. En Tenerife, por todos es conocido, el Lago Martiánez en el Puerto de la Cruz y el Parque Marítimo de Santa Cruz de Tenerife, contando con la gran labor de los ingenieros Juan Alfredo Amigó y José Luis Olcina.

La Fundación César Manrique ha sabido dar a toda la obra de César Manrique, arquitectónica -su propia casa es la sede de la Fundación- y artística, el relieve que se merece. Además, ha sido firme defensora del legado de César y participa activamente en la protección del medio ambiente, así como en la crítica de la normativa sobre urbanismo desaforado.

César Manrique Cabrera, pintor, escultor, urbanista, paisajista, ecologista con mayúsculas. Toda Canarias debe dedicar, este año 2019, multitud de actividades para recordar su inmenso legado y su obra: 100 años, su huella es eterna.

*Presidente de TuSantaCruz