El auto de los Reyes Magos de Tejina es una de las escasas piezas dramáticas que perviven del antiguo teatro canario vinculado al ciclo de Navidad. Es ejemplo de una tradición dramática heredada de la peninsular, cuyos primeros vestigios se remontan al siglo XII, que aquí, en la soledad atlántica de las islas, adquirió carta de naturaleza propia. Posiblemente comenzó a escenificarse no mucho después de finalizada la conquista del archipiélago y se popularizó y extendió a casi todo el archipiélago. Sin embargo, no tenemos hasta bastante más tarde testimonios fehacientes de la representación de estas obras de perfil litúrgico en las iglesias de Tenerife.

Nuestro memorialista José de Anchieta y Alarcón se quejaba en 1735 de que ese año, en la iglesia matriz de Nuestra Señora de la Concepción de San Cristóbal de La Laguna, no hubo "a la víspera sino villancicos". Viene a decirnos así que, por los motivos que fuera, no se celebró la por muchos esperada función de "Los Reyes", y lo registró en su diario. Tres lustros más tarde, el regidor tinerfeño nos ofrece otros dos apuntes significativos sobre el teatro navideño en Tenerife. En la primera anotación dice que, de regreso de La Matanza en 1750, "que fui la víspera a estar allá la Nochebuena, que había buena Navidad de entremeses y comedia, al venir lloviznaba". Anchieta y Alarcón era, no cabe duda, un gran aficionado al arte dramático. Para asistir a una función teatral viaja en pleno invierno a un pueblecito muy humilde del norte de Tenerife como era entonces La Matanza de Acentejo. La lluvia menuda que a su regreso caía sobre la ciudad le da pretexto para dejar constancia del gozo que había experimentado con la "buena Navidad de entremeses y comedia".

La segunda referencia de Anchieta y Alarcón en su diario, no por lacónica es menos importante; acaso lo sea más: "Noche de Reyes -anota- hubo función en la Concepción. Hizo Rafaelito Ramos [el] papel de Herodes". Lo de menos para nosotros es el tal Rafaelito Ramos, actor aficionado que el regidor, con ese diminutivo, no sabemos a ciencia cierta si lo trata de manera cariñosa o un tanto despectiva, dado que el papel que le tocó encarnar era ni más ni menos que el del fiero Herodes. Lo importante de la escueta anotación es que certifica que en pleno siglo XVIII se representaba en el templo matriz de la isla de Tenerife un desconocido auto de los Reyes Magos, del que solo ha sobrevivido en el tiempo presente la escenificación, a manera de cuadros plásticos sucesivos, del castillo de Herodes, el rumbo de la estrella hasta el portal y la adoración de los Magos al Niño, todo entre villancicos de un coro de pastores ataviados con la vestimenta popular de la comarca de Aguere.

Que esta corriente dramática de raíz litúrgica vinculada al ciclo de la Navidad fue caudalosa en las islas hasta fechas cercanas lo demuestra el número de versiones diferentes, pero emparentadas entre sí del auto de los Reyes Magos que todavía en la segunda mitad del siglo XX pudo conocer el profesor Francisco Navarro Artiles, recordado compañero y amigo, autor del opúsculo El teatro de Navidad en Canarias, editado en 1966 por Aula de Cultura del Cabildo de Tenerife (ACT) en su colección "Enciclopedia canaria". Es un área extensa del noroeste tinerfeño, cada una con versiones propias o, mejor, con variantes locales, desde Punta del Hidalgo, El Socorro y Tegueste hasta, obviamente, Tejina, relacionadas además todas ellas con un texto de Garafía, que Navarro Artiles juzga anterior, entroncado a su vez con el de Betancuria, más antiguo aún.

Como se ha venido repitiendo, incluso por algún natural de la localidad, que el Auto de los Reyes Magos de Tejina comenzó a escenificarse en 1905 (hay incluso quien lo ha retrasado a 1906), cuando lo que ocurrió hace ciento catorce años fue el derrumbamiento del coro alto de la parroquia de San Bartolomé en plena representación de la popular pieza teatral la noche del seis de enero -grave suceso que no acabó por puro milagro en tragedia, como comentamos en crónica anterior-, no estará de más insistir, pues hay razones fundadas para afirmarlo, que esta importante pieza dramática, conservada hasta el presente como una joya, es un hermosísimo exponente de una tradición secular casi perdida, que los tejineros han sabido mantener con tesón y entusiasmo.

No se ha podido precisar hasta ahora quién fue el primitivo autor de la valiosa pieza dramática, a la que no han dejado de adherírsele con los años matices y variantes diferentes, como ocurre con toda obra de raíz genuinamente popular. Tampoco sabemos cuándo comenzó a ser puesta en escena. Todo ello contribuye en definitiva a sublimar el auto tejinero de los Reyes Magos con un aura de misterio y un aroma de siglos.

* Cronista oficial de San Cristóbal de La Laguna