Como toda actividad económica y de ocio, el deporte rey para en las pascuas. En esta pausa miramos con calma un espectáculo de masas que tiene su único sentido y pureza en los sentimientos de los aficionados. Me confiesa un jugador profesional de primer nivel, luego directivo y, ahora, espectador solvente, que la aplicación del vídeo arbitraje (VAR) en España "no soluciona los problemas sino que los agrava porque la connivencia y compadreo de este colectivo solo se resuelven con decencia. Nuestros árbitros son como son; malos y protegidos".

La estructura corrupta que creó Villar para controlar "el furgol" -como dijo desde su toma de posesión hasta su caída- tuvo en el arbitraje a su brazo armado y en Sánchez Arminio a su títere de la cachiporra. Del entramado que desarticuló la justicia quedaron formas y vicios -pienso que ninguna ilegalidad ni prácticas escandalosas- que heredó Luis Rubiales, sucesor "in pectore" por el dedo del angelito bilbaíno, al que traicionó a última hora para ganar las elecciones a la Federación, que compite con la Liga de Tebas en ser "lo peor del negocio".

"El VAR sirve para mantener la bicoca de malos colegiados -fieles a Villar, ahora a Rubiales y, mañana, al lucero del alba- que, pese a su edad, siguen con la sopa boba que les garantiza ciento ochenta mil euros anuales, como mínimo. Ya no sabes quién manda, si el trencillas o el de los monitores. Y, como los bomberos que no se pisan la manguera, obedientes al mando no corrigen los errores pero, eso sí, paran el partido y cabrean a la afición". No hay debate posible; si el de abajo metió la pata, los de arriba raramente lo corrigen; aún más, ante las jugadas dudosas, observan las reacciones del público para conciliar decisiones, justas o injustas; no se pelearán en ningún caso porque no está en su libreta arriesgar el sustancioso puchero y porque, la próxima semana, el de arriba puede estar abajo y viceversa.

"Técnica y disciplinariamente, los árbitros españoles son los peores del mundo -conocemos la mala reputación de nuestros internacionales- pero también los mejor pagados. El complejo y corrupto mundo del fútbol y sus órganos de gobierno y control son una excepción al margen de los cauces democráticos y solo en casos flagrantes -como las presuntas trincadas de Villar, Platini y Blatter- pueden intervenir los poderes públicos. Luego, el fútbol sigue igual".