Hace unos días abundaba en la morfología del móvil y sus consecuencias como arma moderna en el terreno de las comunicaciones, pues a la vista de cómo se comportan sus dueños en la vía pública, yo diría que se salvan de un accidente casi por casualidad. Hoy mismo una adolescente cruzaba delante de mí un paso de peatones sin levantar la vista de la pantalla del telefonillo, mientras tecleaba con entusiasmo, respondiendo a quién sabe, sin importarle el peligro potencial de su acto de imprudencia en plena vía de tránsito rodado. Pero no voy a seguir relatando la incidencia de esta joven desafiando el riesgo tan cotizado del derecho a la vida, porque tal vez su indiferencia aparente viene dada por el privilegio de solventar los años como quién sortea una vaquilla brava en una capea. Es la tranquilidad que da la propia escasez de años vividos, o la bisoñez de la juventud? quién sabe.

Hoy, día inesperado para la noticia luctuosa, he recibido un mensaje de Nerea, en respuesta de los que yo había enviado a su hermana Edurne, con la que conecté en un diálogo muy fluido durante los días que vino a buscarme con la ambulancia del Servicio Canario de Salud. Puedo confesar que me sentí sorprendido de su presencia inicial, por cuanto estaba acostumbrado a recibir expresiones banales de sus homólogos, conductores que, según sus propias palabras, prestaban sus servicios por pura casualidad y con el fantasma de la no renovación de contrato pendiendo de sus cabezas. Sanciones que le son aplicadas por cuanto si otorgan algún trato incorrecto al trasladar a los pacientes aquejados de alguna dolencia a las clínicas concertadas con nuestra Sanidad. Dicho de una forma amable, la inmensa mayoría de ellos, masculinos o femeninos, ostenta una baja cualificación laboral; algo muy común en la clase trabajadora canaria y su incapacidad para ostentar cargos de mayor responsabilidad. Una carencia que se palpa diariamente en las cadenas hoteleras, y que parte de la mala formación académica que viene arrastrando nuestra juventud desde hace años, ante la indiferencia de los responsables políticos, que luego se rasgan las vestiduras para justificar su dejación.

Por todo ello, me quedé sorprendido de la formación de la joven conductora vasca, llamada Edurne, pues desde el primer momento me demostró que su trabajo le venía corto, pues sus conocimientos superaban con creces la rutina cotidiana del traslado de pacientes. De modo que de forma instintiva comenzamos ella y yo a hacer buenas migas en cuanto a la comunicación verbal. Diálogo del que aprendí algunas palabras del complicado lenguaje vascuence, cuyo origen todavía se discute. Siendo mi primer monosílabo el afirmativo condicional de nuestro idioma, "se pronuncia bai", me dijo con una sonrisa. Desde entonces, con el aprendizaje, comencé a emular al personaje de los colorines de antaño, llamado Ángel Siseñor, incapaz de negar a nadie una respuesta. Pasaron los días, y sus gustos se fueron decantando por la poesía, citándome algunos ejemplos actuales más cercanos a mi entender, pues yo he quedado más anclado en los clásicos por razones obvias. El último correo que le envié hoy, versaba sobre la interpretación magistral de las "Nanas de la cebolla", la maravillosa poesía de Miguel Hernández, que han cantado nuestros mejores y más inspirados intérpretes como Alberto Cortés y otros tantos. Más ¡oh, desolación!, una amable respuesta de su hermana Nerea me ponía al corriente de que Edurne había fallecido el pasado 11 de noviembre, víctima del cáncer pectoral, del que ya sobrellevaba la ablación quirúrgica en el más discreto silencio, sólo revelado a mí en una breve expresión, manifestándome las secuelas de la amputación en su axila y los calmantes que debía tomar a diario. Sorprendido por su entereza verbal, mi acercamiento fue haciéndose aún mayor, por cuanto a nuestros diálogos de las mañanas. Incluso en un acto de atrevimiento mío, porque soy cauto en esto de imponer una afición por la fuerza, le dediqué mi último poemario, que para los profanos puede resultar un tocho insufrible, pero que sin embargo a ella le gustó y me citó de memoria algunos versos, Así, pues, de lo que podía haber sido una entrañable amistad, ha quedado inesperadamente truncada por la acción del bucanero del tiempo, con su sable de asalto en forma de guadaña y que ha puesto fin con un sablazo lo que podía haber sido un sentimiento compartido de afecto y simpatía. Finalmente, su hermana Nerea ha sido la indeseada transmisora de su muerte anunciada. La maldita dolencia que tantos estragos produce en la mujer, aún lamentablemente insoluble. Descansa en paz mi buena amiga, un siempre que no fue y que pudo haber sido para ti, valiente chicarrona del Norte, que un día llegaste hasta la puerta de mi domicilio para sacarme de mi ostracismo y trasladarme al mundo de todos los días, con sus luces y sus sombras. En Zarautz, tu tierra natal, habrá inevitablemente una silla vacía esta Navidad, y yo, pobre de mí, no sabré cómo llenarla de paz y alegría.

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