La falta de credibilidad del Gobierno de Pedro Sánchez con Canarias crece a medida que pasan los días. El compromiso adquirido con su homólogo canario, Fernando Clavijo, en el encuentro que ambos mantuvieron el 25 de octubre en el palacio de la Moncloa -30 de noviembre, fecha tope para firmar los convenios pendientes- se ha convertido ya en papel mojado. O aquella cita fue simplemente una larga cambiada para quitarse de encima las obligaciones que tiene con los canarios. Preocupado -y con razón- de lo que acontece un día sí y el otro también en Cataluña y de los contratiempos que van surgiendo en la labor diaria de gobierno -o en su propio partido-, los asuntos canarios han pasado no ya a un segundo lugar, sino que, tal y como se puede comprobar, ni siquiera aparecen en la lista de tareas a realizar. Por eso, hay que insistir y recordar a Pedro Sánchez su compromiso: antes de finalizar noviembre todos los convenios que el Gobierno central tiene pendientes con Canarias estarían firmados. Adentrados ya en la segunda quincena del mes de diciembre, lo único que se ha suscrito es un protocolo de obras hidráulicas, que establece la fórmula a seguir para firmar el convenio sobre esta materia. Muy interesante, pero poco práctico. Entre medias, Fomento adelantó que el de carreteras se llevaría a cabo en la semana del día 17 de diciembre, es decir, a partir de mañana. Pero el anuncio quedó en nada, pues a posteriori se aclaró que previamente tiene que ser aprobado por el Consejo de Ministros previsto para el día 21. Y, por si fuera poco, desde la Consejería de Educación y Universidades se denunció el viernes que el Ministerio no está dispuesto a rubricar ningún convenio plurianual, tal y como estaba acordado, lo que pone en riesgo la inversión de 42 millones en infraestructura educativa. Con este panorama, es normal que el Ejecutivo canario hable de "tomadura de pelo" y muestre su indignación. Es lo que siente la mayoría de los canarios, hartos ya de tanta palabra hueca, de un trato vejatorio y de que los compromisos adquiridos no se conviertan en hechos.

El comportamiento de Pedro Sánchez y su Gobierno es el claro ejemplo de una política que actúa con una visión corta, preocupada solo de tapar los problemas que vayan surgiendo y de los resultados que vayan arrojando las encuestas. Nada de planificar y menos aún de dedicar un tiempo a la reflexión para analizar las consecuencias de sus decisiones. De ahí que algunas medidas duren solo el tiempo que se tarda en rectificar, y que otras busquen únicamente el mismo efecto que la luz de las bengalas. En esta línea, el Consejo de Ministros del próximo viernes puede convertirse en un gran quiosco de feria, pues para ese día está anunciada la aprobación de la subida del salario mínimo interprofesional (SMI) -cuestión que ha suscitado bastantes críticas, no tanto por el fondo sino por la forma- y de las pensiones, además del esperado documento que recoge el convenio de carreteras de Canarias. A ello hay que sumar que tendrá lugar en Barcelona, pese a la opinión contraria de varios ministros. Quizás Sánchez debería observar lo que está ocurriendo en otros países de Europa y pensar más en el futuro de España que en el suyo propio. Emplear las luces largas en lugar de las cortas.