La frase proverbial "las prisas son malas compañeras o no son buenas" deviene en recomendar actuar con calma, evitando la precipitación. Cuando se trabaja irresponsablemente por rapidez, se cosechan fracasos estrepitosos o por lo menos, inconvenientes indeseados. Estas situaciones suelen darse con demasiada frecuencia en épocas preelectorales, como parece ser que estamos ya viviendo, todavía a seis meses de las previstas elecciones autonómicas y locales. John Wesley, teólogo anglicano, decía que él siempre iba deprisa, pero no con precipitación, es decir, hay que hacer lo que corresponde en cada momento, sin dilación. Procrastinar es el método de los cómodos, indolentes, perezosos, faltos de preparación y malos gestores.

Estos días se ha creado, con razón, un debate en Tenerife sobre el menguado proyecto del cierre del anillo insular y su capacidad resolutiva para vertebrar la Isla. Por un lado, la Consejería de Obras Públicas, como ya es histórico, presenta un proyecto de mínimos para justificar su falta, escandalosa, de ejecución de obras en la Isla. Por otro lado, sorprende el silencio cómplice del Cabildo de Tenerife, que sabiendo perfectamente que no es la solución idónea, la justifica con argumentos injustificables. Después, algunos líderes políticos manifiestan que es mejor esto que nada y se quedan tan tranquilos. No es conveniente ser tan conformistas, porque siempre pasa lo mismo, para la isla de Gran Canaria todo se hace grandioso, megaproyectos para la carretera de La Aldea y el puerto de Agaete, en cambio, para Tenerife, sólo quedan las migajas que hay que aceptar sí o sí, porque sencillamente no hay alternativas. Ya está bien de agachar la cabeza indignamente, para disculpar políticas erróneas y restrictivas hacia Tenerife; pero lo más irritante es la incapacidad de los que tienen la obligación de defender la Isla y no lo hacen, escudándose en alegatos traidores.

Ahora resulta que entre los argumentos que se esgrimen para aceptar el proyecto actual, es que desde el año 2009 ya lo sabían los distintos partidos políticos y que ahora no tienen por qué quejarse, porque han estado callados hasta el momento. También es verdad que la Consejería de Obras Públicas ha estado enrocada en si misma, sin decir esta palabra es mía sobre el particular y con precipitación ha sacado el proyecto que tenía desde hace casi diez años, un túnel de cuatro carriles y una carretera de dos, es como para un premio a la gestión pública. Desde luego, tiempo para hacer uno mejor ha tenido de sobra, lo que pasa es que ha estado muy ocupada en beneficiar a una isla determinada, sin preocuparse de las demás. Los que tristemente defienden esta propuesta dicen que para no quedarse descolgados hay que aceptarla, es decir, estamos esperando más de treinta años por el cierre del anillo insular y ahora nos vienen con prisas, empujando y con soberbia, exigiendo que aceptemos con la boca cerrada y los ojos mirando para otro lado, lo que no han sabido o no han podido hacer durante más de tres décadas. También se justifica diciendo que no es el proyecto que merece la Isla, pero es que es el único que había a mano, desde luego, la paciencia que hay que tener sobrepasa las fuerzas humanas, para mantener la calma y no salir con exabruptos justificables para este caso concreto. Por último, está la consideración más chabacana, al abogar por hacer inmediatamente un reformado, eso lo que significa es reconocer el fracaso de antemano, porque una cosa que se presenta y se admite que necesita reformas, en si misma lleva implícito su mal formato de partida.

Las obras de carreteras en Tenerife parece que están condenadas por alguna maldición, que imposibilita que se ejecuten en tiempo y forma. Pero no busquemos en la superstición lo que está en la deficiente gestión de la cosa pública en la Isla. No es un hecho aislado, son históricas, también continuas las deficiencias en nuestras vías y escasas las actuaciones a lo largo del tiempo. Ahora hay apuros, que son malos consejeros, para justificar lo que no se ha hecho e impulsar actuaciones con aceleración, que seguro, crearán más problemas de los que se intentan resolver. Pero hay que dejar en claro que, debido a la comprobada incapacidad ejecutoria pública, Tenerife no puede seguir esperando para que se haga un proyecto nuevo, porque la experiencia nos enseña que, ni se ejecuta el que está, ni saldrá el que se espera. Por lo tanto, a regañadientes, hay que proceder a unificar la Isla con el proyecto actual, sin demoras y eficientemente. Otra cuestión es la responsabilidad de los que no han sabido hacer su trabajo con fundamento.

*Presidente de Fepeco