Karl Kraus escribió que lo más digno que debe saberse "acerca de la carrera de una condesa o la ascensión de un globo" debe detectarlo el buen periodista. Por si no fuera poco esta observación, Walter Benjamin hacía del "flâneur" ocioso el más penetrante elemento de análisis social, y él mismo, escenario. Visiones muy sutiles hoy despreciadas. Hay otras bastante más patentes aunque descuidadas, y Juan Benet sentenció que el poder real lo ostenta la mujer.

Me cuesta bastante digerir las constantes loas al físico, altura y apostura del doctor Sánchez, su porte deportivo y otras galanuras, sin duda merecidas, que hacen que no se preste suficiente atención a su esposa, Begoña Gómez, a mi entender espléndida y de grácil figura (más que él). ¿Audrey Hepburn rubia?

Si estoy frente a una pareja de distinto sexo que tiene una pared detrás, en caso de mirar al hombre siempre encontraré (traspasado) la pared, si miro a la mujer jamás pasaré de su piel. Como a esa edad que descubres que resultas absolutamente transparente para las mujeres, que no se mueven aunque puedas chocarte porque ni te ven. Descubrí como todos a Begoña Gómez cuando giraba melena y falda como en un spot de perfumes o medias ante una gran bandera de España, de consorte activa del secretario general del PSOE; luego de veraneo en playas de Almería, más fibrosa ella que él. El doctor Sánchez sustituyó la democracia interna representativa con instancias intermedias (barones) del PSOE por la democracia plebiscitaria, asamblearia o participativa, condición necesaria para consolidar definitivamente el bonapartismo dentro y fuera del partido.

Me sorprendió muchísimo que tras la inesperada dimisión de Rajoy, Begoña y el doctor tardaran 24 horas -ni un comando del SEAL- en tomar la Moncloa. Ninguna cortesía del vencedor sino el ansía desesperada del ocupante; en congruencia en significación, una cadena de premuras de nuevos ricos megalómanos: renovación urgente del parque móvil, multiplicación de asesores áulicos, regado de canonjías a los fieles del partido (presidencias de empresas públicas) y posados sin medida. Después, el viaje para ver a The Killers, la euforia aeronáutica, el vestuario "it girl" e "influencer", y con los viajes de placer por California y Canadá, sin tener que fichar ninguno de los dos, rubricaron su programa hedonista. Se sumaron emulaciones principescas y el desasosiego de aspirante a primera dama con asaltos clamorosos al protocolo. Pero no resultan una pareja relamida y cursilona por su punto "Boonie and Clyde" de aprovechamiento sin escrúpulos del botín alcanzado. ¡Desarmados!