El miedo es uno de los factores que sin apenas darnos cuenta decide cual será nuestro rumbo en la vida. Y si hay mil miedos distintos, al final todos son el mismo. El miedo al fracaso, a la soledad, el miedo al compromiso, a arriesgar y ganar por si tentamos al otro lado de la suerte: por si perdemos. El miedo a amar y ser amado, a la soledad, a no ser capaces de llegar a cualquier meta? El miedo es el gran destructor de los sueños porque nos paraliza, nos inmoviliza y no nos deja avanzar. Los enormes logros están conseguidos por personas que han mirado de frente al abismo y han decidido jugársela, el resto, la mayoría, permanece impasible sin ni tan siquiera sopesar qué ocurriría si intentáramos manejarnos con lo que nos achanta. El miedo nos hace procrastinar: dejar lo que debemos enfrentar poniendo mil excusas para no afrontar lo realmente importante.

Pero una de las características del miedo es que si lo miramos de frente y lo retamos, lo hacemos empequeñecer mientras nosotros crecemos ante él. Sin embargo, el periodista y escritor Eduardo Galiano cuenta que para tener aliento hay que tener desaliento, para levantarse hay que saber caerse, para ganar hay que saber perder. Y esta es la vida. Pero también hay quien cae y no se levanta, suelen ser los más sensibles y los más vulnerables. Sin embargo, los tiranos que nos dañan parece que viven eternamente, y narra el periodista uruguayo que el perverso lo es por la falta de una glándula que no le atormenta por la noche y se llama conciencia. Cuando Galiano habla de la solidaridad la liga a la humildad. Esa que te enseña a reconocerte en los demás y te muestra la grandeza escondida en las cosas pequeñas. Los asuntos que merecen ser mirados, la gran lucha de la gente anónima. El miedo es una telaraña de microdecisiones que tenemos que sortear para dejarlo atrás. Porque se puede, porque se debe hacer, y porque es nuestra obligación.

@JC_Alberto