¿Dónde estás, España? No te veo en ningún sitio. ¿No oyes mi voz tronadora? ¿No entiendes esta lengua que te habla entre peligros? ¿Has desaprendido a no entender a tus hijos? ¡Oh blanco muro de España! ¡Oh negro toro de pena! ¡Ay, triste España de Caín!, la roja de sangre hermana y por la bilis gualda, muerdes porque no comes, y en la espalda llevas carga de siglos de congoja. Democracia frailuna con regüeldo de refectorio. Gobierno de alpargata y de capote, timba, charada, a fin de mes el sueldo, y apedrear al loco Don Quijote. Te satisfacías de honras mortales y eran tus fiestas los funerales. ¡Oh triste España! ¿A alzar su voz nadie se atreve? Va a arrastrarte el alud de la mentira. Tu amor presta a mi boca ardores de ira... Sacúdete mi España... No se mueve... ¡España, España! Blanca, fría, nieve... Tenebrosos los ojos, más no mira... Un espejo a la boca... No respira...

Dicen que España está españolizada, mejor diría, si yo español no fuera, que lo mismo por dentro que por fuera, lo que está España es como amortajada. Ni grande ni pequeña, sin medida, enorme en el afán de su entereza, única siempre pero nunca unida; por tan entera como tan partida, se sueña libre y se despierta presa. España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María, de espíritu burlón y de alma quieta, ha de tener su mármol y su día, su infalible mañana y su poeta.

Esa España inferior que ora y bosteza, vieja y tahúr, zaragatera y triste; esa España inferior que ora y embiste cuando se digna usar de la cabeza, aún tendrá luengo parto de varones amantes de sagradas tradiciones y de sagradas formas y maneras; florecerán las barbas apostólicas y otras calvas en otras calaveras brillarán, venerables y católicas. Como la náusea de un borracho ahíto de vino malo, un rojo sol corona de heces turbias las cumbres de granito. Mas otra España nace, la España del cincel y de la maza, con esa eterna juventud que se hace del pasado macizo de la raza. Una España implacable y redentora, España que alborea con un hacha en la mano vengadora, España de la rabia y de la idea.

Un pueblo sin razón, adoctrinado desde antiguo en creer, que la razón de soberbia adolece y ante el cual se grita impune: "muera la inteligencia". España, aventura truncada, orgullo hecho pedazos, lugar de lucha y días hermosos que se acercan colmados de claveles colorados. ¿Qué decir de nuestra madre España, este país de todos los demonios en donde el mal gobierno y la pobreza no son, sin más, pobreza y mal gobierno, sino un estado místico del hombre, la absolución final de nuestra historia?

De todas las historias de la Historia la más triste sin duda es la de España porque termina mal.