Un auténtico galimatías se presenta cuando uno trata de rellenar los formularios para la solicitud de ayuda a la dependencia. Debió pensar su creador que todos somos unos lumbreras y que tenemos conocimientos superiores a la media intelectual de cualquier nación adelantada, porque los impresos están pensados para que todos seamos Séneca o algún otro filósofo. Sin ayuda, ningún ilustrado tiene la capacidad suficiente para descifrar los farragosos documentos, o quizás pensando mal, han sido concebidos precisamente para eso, aburrir a cualquiera que intenta solicitarlo.

Recuerdo haber firmado pólizas de seguros y ser incapaz de descifrar las cláusulas generales y la letra pequeña, ya que lo mejor era darlas por buenas. ¡Que sea lo que Dios quiera!, pensaba. Tampoco las palabras de mi añorado amigo Pablo Benítez, médico de cabecera de la familia durante muchos años, quien me recriminó haber leído el prospecto de un medicamento: "¡Quién te manda leerlo, te las tomas y punto!", dijo. La verdad es que si le echas un vistazo puede darte un síncope, así que a tomarlo calladito que ellos son los que saben.

Todo este preámbulo es para desentrañar los pros y contras de este tema vital para muchos y desgraciadamente ahora necesario para mi familia. Tengo que decir que el Gobierno de Canarias acaba de aprobar por ley un aumento de las ayudas, además de la tramitación por parte de los ayuntamientos, bien por los responsables encabezados por Cristina Valido que lleva muchos años gestionando este tema, antes en el Cabildo y ahora en el Ejecutivo canario. Es una mujer batalladora y entregada a la causa con denuedo, pero no exenta de éxito, aunque siempre aparece alguna chinita en sus zapatos. Cristina es lo que en mis tiempos denominábamos una mujer de dos pisos, pero lo importante es su trabajo y tesón. Somos muchos los que la admiramos y sabemos que el problema, como siempre, es el dinero.

Durante este recorrido para la petición de acogernos a la dependencia, me he topado con muy buenos funcionarios a los que debo dar las gracias, pues no todos son iguales ni hay que darles varapalos continuamente. En el centro de salud de Candelaria me recibió la trabajadora social, que tramitó en un periquete todo el papeleo para la concesión de la silla de ruedas y el andador que necesita mi mujer, siento no recordar su nombre siendo tan afable y eficiente.

En el consistorio tuve la gran fortuna de conocer a la concejala delegada de Servicios Sociales, Igualdad y Sanidad, Olivia Pérez, una mujer preocupada por los problemas de las familias del municipio, y trabajadora incansable que atiende a todo el que precise de sus servicios. Valoro muy positivamente su forma de trabajar, nada de citas, está normalmente en su despacho de 8 de la mañana a 2 de la tarde e intenta atender a todo el que la espera fuera, los escucha atentamente y les concede todo el tiempo necesario. Por eso es una mujer tan apreciada. Es diligente, atenta y servicial, y merece ser reconocida. Igual de atenta también me recibió la trabajadora social de este departamento, perdón porque tampoco recuerdo su nombre.

El Servicio de Atención Ciudadana (SAC) funciona francamente bien y los vecinos están contentos con sus prestaciones. Allí conocí a Nuria, una joven atenta y diligente que me ayudó a completar los farragosos impresos. Se notaba lo experta que era porque se sabía de memoria los documentos necesarios: solicitudes, informes médicos, certificados de hacienda y empadronamiento, documento nacional de identidad y tarjeta de la seguridad social. Qué suerte tener ahora a favor la tecnología y poder enviar los datos telemáticamente para que el usuario no pierda los originales. Un encanto de persona con la coincidí días después en el supermercado y me presentó a su marido y su niña.

La ayuda a la dependencia es vital en un país serio que tiene la obligación de servir a los desfavorecidos y resolver sus necesidades. Los gobernantes no pueden seguir esquivando lo que cuenta Cáritas Diocesana cada día. La falta de trabajo es la causa fundamental, así que no se entretengan con fuegos de artificiales como el del pago del impuesto de las hipotecas, que fueron precisamente los socialistas quienes lo pusieron hace más de 20 años.

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