Con la reforma de estatutos, unos en puerta, como el de Euskadi, y la posible adecuación del catalán y otros como el nuestro, el de Canarias, ya refrendado tras su aprobación por el Senado, se ha preconizado enfáticamente, tanto por unos como por otros, los términos de "nación" o "nacionalidad". Y hay unos terceros que no acentúan ni lo uno ni lo otro, sino que continúan estancados en lo de "región", interpretando al pie de la letra lo que recoge el artículo 2 de la Constitución.

El término "nación" y el de "nacionalidad", con los que se intenta emparentarlos como iguales, ya desde el comienzo no lo fue y suscitó un debate de envergadura. Cuando se elaboraba la ponencia sobre el concepto de nacionalidades, esta figuraba inicialmente no solo en el mencionado artículo, sino también en el encabezamiento del Título VIII, dándose por ello un enfrentamiento entre los ponentes que dio lugar a que se eliminara del Título VIII quedando solo reflejado en el artículo 2.

El PSOE, en aquel momento, hizo de esta cuestión un auténtico "casum belli", por lo que se retiró y la determinación de "nacionalidades" recayó exclusivamente en los comunistas y nacionalistas. (Canarias estaba ausente de esta cuestión). El consenso que se intentó romper se recompuso introduciendo en el artículo 2 otros argumentos conceptuales con la idea de definir España como una "nación de naciones", pero no fue posible, quedando el texto dentro de una ambigüedad absoluta, no solo política sino administrativa.

El termino nación siempre ha sido devaluado por los centralismos y más ahora por la efervescencia de ciertos nacionalismos (vasco y catalán) que ha originado como contrapartida determinados posicionamientos contra nacionalistas que no quieren significar ni por asomo a ciertos territorios dentro del Estado español como naciones.

Eluden que el término nación, sin entrar en disquisiciones filosófico políticas, sea considerado como un proceso abierto que implica el cambio, la restructuración y la resimbolización por parte de los actores, de los nacionalistas.

De lo que se deduce que sin nacionalistas el termino nación empalidece, queda sin sentido apareciendo como sucedáneo el termino ambiguo de nacionalidad, el cual en aquellos momentos Julián Marías remarcó que este no dice nada y que está vacío de contenido político.

Y si hacemos referencia al termino región ya el disloque conceptual es de órdago. (En una reciente visita a Canarias de la ministra de Turismo Maroto ya nos definió como región lo cual ciertamente es preocupante).

La nación busca un Estado, son contingencias que se buscan a sí mismos, cada uno por su lado vivirán un periodo de tiempo no muy largo, pero si se hace extensivo aparecerá el desasosiego, la desestabilización y la perdida de moral convivencial.

La nación, aunque se le quiera mover su significado, es un Estado en potencia, y la nacionalidad es una aceptación para no complícanos la vida, pero en parte no es el respeto integro de un territorio que pudiera estar compartiendo un espacio vamos a llamarlo "protonacionalista" que es el germen capaz de romper moldes y coyunturas que hay que asumir aunque con cierto desencanto, pero con la idea de poder superarlo.

Nación es un término de futuro y por lo tanto si pretendemos avanzar hacia objetivos que den forma estructural a un territorio, como es el nuestro, no se tiene otra alternativa que ir hacia un contrato con el estado español, más allá del Estatuto, que nos comprometa a un federalismo de momento asimétrico como camino a transitar al igual que otros territorios que así lo pretenden desde la Declaración de Barcelona de 1999.

Compartir la soberanía es imprescindible, pero no la soberanía del siglo XIX, sino la que delimite las capacidades y los poderes de las partes donde nadie sea más que nadie y donde no existan subterfugios para emboscar cotas de poder o cotas de sumisión.

Cada pueblo, y Canarias lo es, debe tener claro que debe fortalecerse como sujeto político sin ambages y contradicciones para acercarse hacia un mejor futuro, porque cada pueblo debe ser lo suficientemente soberano cualquiera que sea el número de individuos que lo componen y la extensión del territorio que ocupa.

La soberanía es inalienable y se alcanzará cuando se tenga conciencia que es y que no es la nación; que es y que no es el Estado y que es y no es el Estado español; entre tanto, si no atendemos a aclarar todas estas cuestiones, estaremos, seguramente de manera inconsciente, alimentando falsas componendas y dando palos de ciego que no conducen a ninguna parte como no sea a la melancolía.